Lo notaba cuando me miraba; él confiaba en mi. Lo hacía de un modo entregado a la par que desinteresado.... cómo te diría... yo era el más pequeño de todos; un niñato estúpido bajo los ojos de la gran mayoría de aquellos adolescentes macarras y horriblemente tiernos frente a la percepción que ahora albergan estos -mis- póstumos recuerdos hacia ellos.
Había uno; A.,.
A. era l mejor. No tenía porqué, pero nunca me olvidaba. Cuando paseábamos por ahí, por la zona marítima, entre las casas bajas.... él buscaba a la que sería su novia... bien orgulloso que yo me sentía. Él siempre me dijo que yo era demasiado listo para acompañarle en sus cruzadas, a él y al resto de nuestros amigos. A todos aquellos que le seguían a ciegas. A., el líder del que nunca me quejé. Solamente me sacaba un año. yo no era muy listo después de todo, pero él veía algo en mi. Ello, amigo, no sabes las fuerzas que me ha dado. porque nadie depende puramente de sí mimo. Seamos realistas.
A. Era demasiado bueno. Siempre pidiéndo mi opinión. los otros no lo entendían. "porqué le preguntas al Maca?"...
Qué sé yo, pero A. me preguntaba, y venía cada tarde a mi casa para jugar conmigo. Era el líder de todos nosotros, y yo era el tonto; el niño pequeñito (crío, mocoso) que no se enteraba de nada, y poco hacía falta. A., sin embargo, siempre se preocupó de que entendiera todo lo que sucedía a mi alrededor. incluso alguna vez se llegó a avergonzar de sus amigos; Se excusó ante mi; ante aquél niñato al que el resto de la pandilla despreciaba.
A. siempre estuvo allí, siempre vió algo en mi. Siempre me deseó lo mejor, siempre me dijo que quería que creciera y que fuera fuerte. Siempre posó en mi sus ideas tontas de tener algún amigo que no se tirara por la ventana, que no se echara a perder, un amigo decente, un amigo que no se pudriera. A. siempre creyó que ese debía ser yo.
Cuando nos encontrábamos después de meses sin vernos, siempre me preguntaba a qué me dedicaba. Me animaba cuando le decía las ideas que poblaban mi cabeza. Me invitaba a llevarlas a cabo. A la vez, él se veía a sí mismo echándose a perder.
Porqué, A.? porqué? Tú eras el mejor, el tío más inteligente...
Pero como los mártires de las urbanizaciones oscuras, te supiste sin remedio. te supiste bala perdida.... fuiste lo suficientemente bueno para desglosarte y concluirte... Te diste cuenta que mejor era aplicar lo aprendido sobre otras personas que sobre lo que quedaba de ti.
Entonces me bañaste en tus ideales... me enseñaste todo lo que nadie se imagina, y aún hoy me sangra una herida incurable -menos mal- una herida de dioses, una herida que cuando bajo a calafell, espero que me vuelvas a abrir, maldito amigo...
Espero encontrarte a la vuelta de cualquier esquina, espero hablarte y abrazarte con todas mis fuerzas. Desde el principio bebí del aprecio que yo, privilegiado, recibía de ti....que nadie ponga una palabra por encima de las que me pusiste a mí. Eras el mejor, créeme, amigo.
Nunca lo vas a saber... ya lo creo... es probable que no nos volvamos a ver nunca...., pero sé que si lo hacemos, no va a haber pasado el tiempo: qué es el tiempo para nosotros, A.? una bola de miedos estúpida de la que nosotros nos sabemos deshacer con tremenda y pasmosa astúcia. Pásame tu amistad por encima del brazo, queridísimo amigo-. Por encima del resto... tú desde lo alto buscabas mi aprobación y no te cortabas frente a los demás. Ellos no lo entendían
Dónde debes estar ahora? Ojalá nos volvamos a encontrar en algún momento de nuestras vidas. Aún siendo muy distintos nuestros caminos, hay un respeto y aprecio recíproco que nos convierte en nuestra propia bandera; aquella que sella nuestra coincidencia en un espacio y tiempo. Aquella que más allá de esto marca en nuestra espalda una especie de pacto no comprendido ni ideado, y precisamente por ello mucho más valioso que los que vamos encontrando el la zona apocada de nuestras vidas.
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