Tuesday, February 24, 2015

Por todos los chamaquitos del mundo

Sueño, me asomo a la ventana y sueño… coloco mis manos en sus bordes. Me viene a la cabeza un lugar que puede parecer tópico, pero al que me apetece cantarle. Es aquél en que no existen los relojes, donde se detiene el tiempo y donde sobre todo, hay muy poca gente. Y la poca que hay es buena. Vamos todos en bicicleta, nadie se pelea por un centímetro de tierra. Es un sitio donde suceden los milagros cada día, y no por ello, dejamos de admirarlos. Puede que cualquiera de nosotros haya imaginado alguna vez un lugar así. Está cerca de la playa y nadie tiene que responder por nadie, porque todo él mundo responde por sí mismo. Todos existimos bajo un impresionante manto de respeto, y por fin, nadie espera a estar solo para hacer las cosas que sabe que están mal. No, en este lugar no hay espacio para los malos pensamientos. Nadie quiere abusar de su libertad. No se conoce la envidia en el lugar donde se desparrama la expresividad de cada una de las personas. Nadie olvida a nadie y el equilibrio es perfecto. Y en las escuelas se dan asignaturas enteras donde solo se habla de palabras sueltas. Una ya la he dicho, es la libertad. Y por fin, se empieza a nombrar esta con consideración. ME entran ganas casi de llorar, cuando pienso que podría suceder alguna vez algo así, y que si no sucede, no es porque se trate de algo naturalmente imposible. El trato entre todos nosotros es extraordinario. Siento la tranquilidad de poder relajarme, de saber que nadie se aprovecha de mí. Yo nunca quise líos. A mí, me hicieron hijo de puta los demás. Pero aquí, en el espacio que sueño, todos nos fiamos de todo. Qué paz! Qué calma! Que tranquilidad sentir el sol y poder reír con quien por la calle te cruzas. Nadie quiere demostrar nada a nadie. Y si alguien toca música por la calle es porque lo siente y porque le nace. Todos en ese lugar damos forma a nuestra expresividad, hacemos grandes nuestra propia persona, elevamos nuestro espíritu tan sólo dando rienda suelta a nuestra imaginación, plastificándola en la realidad. ¿Te imaginas un lugar así?

Friday, February 20, 2015

en llanto

El té, dispuesto en la tetera, y la pequeña taza de cristal que parece querer jugar con los haces de luz que se cuelan por el ventanal. Después, está el olor a lavanda que la brisa birla a la mañana y transporta hasta la habitación. Los reflejos y los juegos de luces que cataliza el vaso y que después dispersa por todo el cuarto son mágicos. Miro a través del ventanal sin ni siquiera mover la cabeza de la almohada. Es todo lo que he soñado. Contemplo plácidamente los árboles allí al fondo, oxigenando el bosque, la espesura de ese manto vegetal, que se rinde sólo ante la intromisión de los vientos del norte. Puede haber también un lago, puedo tener una magnifica y pequeña nevera transportable. Cierro los ojos mientras escucho el “clic” de la tapa de esa nevera sellando herméticamente las cervezas que justo antes he colocado en su interior. De fondo, de fondo está el silencio bendito que nunca es silencio absoluto. Si te fijas, empiezas a encontrar innumerables detalles, un puñado de estímulos que la naturaleza brinda a tus oídos. Puede ser el propio lenguaje de los árboles, parsimoniosos y de buen dialogar siempre. Puede ser el silbido de la brisa atravesando los inalterables caminos de roca que llevan a nuestro claro. Las cigarras, después están las cigarras… pero eso sólo sucede en verano. Sea como sea, puedes escuchar los bichillos. A mí me daban mucho miedo cuando era pequeño. Ahora siguen dándome miedo. Pero sé que si voy al bosque, me adentro en su hogar, por lo que primero de todo merecerán mi respeto, y a poder ser, mi calor. Luego, en la noche, sueño con poder escuchar el crepitar de la hoguera. Pero los guardas forestales no me lo permiten. Es normal, imagino. Ellos no saben de lo que soy capaz, pero sí que saben de lo que la gente es capaz. Así que no les culpo por ser verdaderos hijos de puta tocahuevos. Lo que nunca he entendido es eso de pasear descalzo por sobre la hierba. Más cuando es de noche. Con el frío que hace… a quién se le ocurre. Esto me lleva a pensar en distintas teorías acerca de la buena práctica del atletismo. ¿Es mejor tener una buena cámara de aire en el calzado para descansar más el pie mientras se corre, o la opción adecuada es más bien tirar de suelas planas, pues el pie lo diseñó Dios ya para correr, por lo que no es necesario tratar de optimizar lo no optimizable? Y claro, el salto de esa cuestión a la siguiente, está cantado: ¿Debemos perseguir lo que nuestro cerebro nos dicta, lo que nuestra supuesta lógica nos revela como seres humanos, como hombres sedientos de conocimiento? ¿O más bien debemos ejercer de meros observadores de la naturaleza para comprender qué es lo que más nos conviene? ¿Nuestro cuerpo, qué es lo que debe soportar?¿Cómo tiene que interactuar con el resto de los elementos? Después están las conclusiones, las bajadas, los aterrizajes. La comodidad no es más que una sensación, y creo que las sensaciones no engañan… por lo menos al principio.

Monday, February 02, 2015

Gonnensenattare

Cinco cintas, el motor del auto rigiendo, tus pies descalzos desprendiéndose del asfalto para firmar una parábola perfecta hacia el interior del descapotable. El viento me pega fuerte en los oídos, la tarde se hace entre oscura y gris, y algún policía se pasea con mirada recelosa. Tú, y tu piel tensa, y en tu pañuelo, todos los sueños que coleccionamos anteayer. No me pidas que vea como arrancas, no me pidas que observe como se desprenden del pañuelo todas las promesas que siguen siendo promesas, por no haberse convertido nunca en hechos. Cuando pienso, desde la lejanía, en la perfección de aquél momento en que estuvimos a punto de lograrlo todo, me desquito de la parte más dolorosa de mi imaginación. ¿Para qué estamos aquí, si no es para mejorar en nuestros rincones fantásticos todo aquello que nos sucede¿ ¿qué somos, si no chispas que prenden en nuestra imaginación los paisajes emocionales más idílicos. Yo no soy la clase de persona que viaja en un plano. Soy incapaz de dejar de mezclarte con cualquier cosa de un día sencillo.