Thursday, January 31, 2013

El jueves más triste del mundo




Puede que sea porque llevo un año escribiendo canciones para mi grupo y a día de hoy las ignoran mientras hacen caso a “los virtuosos de la producción”, puede que sea que ayer no vi el Madrid Barça. Puede que sea que además, los culés sólo lograron arrancar un empate en territorio merengue. Quizás es que en el trabajo recogen mis ideas y cambian el nombre de su autor…

O puede que sencillamente hoy haya escuchado la voz del último castrati.

Sí, debe ser eso.

Aún ando profundamente impactado… Le despojaron de sus testículos. Aunque la operación estuviera justificada por enfermedad, en esa voz había otras almas. Almas de personas a quienes arrebataron sus genitales sólo con un objetivo; el de conservar su voz celestial.

Qué canto tan triste, allá por el 1900. Qué vida tan horrible. Qué llanto tan estrepitoso, qué desazón. Me invade el vacío y se me hace un nudo en la garganta.

Ese canto ha acabado de hacerme sentir miserable. Necesito ir a la otra punta de la vida. Al extremo de Calafell. Hoy estoy rendido. No es mala energía, es abatimiento.

Monday, January 28, 2013

El trayecto más cómodo.

T-Muriel atiende al teléfono; Toposhisha, se aclara la garganta. El hombre de la cabeza redonda que no deja huella, se preocupa por el proyecto que tiene entre manos. El equipo lubrica; Yo lo sé, y sonrío. El equipo lubrica, y la tarde igual. Cae el sol.


Vivo en Calafell y mi mujer es latina. Quién lo iba a decir. Vemos películas con frecuencia. Cojo el tren cada día. Está embarazada. Pronto tendré una vida normal y corriente, si no la tenía ya. Tengo una pequeña libreta donde escribo los planes que tengo para con el que será mi mocoso favorito. Sé que puede nacer muerto, pero no me puedo resistir a plasmar esas ideas de cómo pasar un día junto a él y a mi mujer.

Adoramos el minigolf. Adoramos el minigolf y alguna vez logramos enredar a algunos amigos para que nos acompañen y rían con nosotros. No te creas, que alguna noche también salimos por ahí y aguantamos hasta las tantas.

Y sí, allí, al final del horizonte, está la muerte. Nos acompaña cada día. Sabemos que algún día llegará hasta la costa y desembarcara con el ímpetu de quien sabe que tiene mucho que celebrar, pues una victoria segura le aguarda.

La muerte entra limpia si cada tarde, antes de cenar, paseas por el mar. Me costó mucho convencer a mi mujer de que nos quedáramos cerca del mar. Ella siempre ha preferido la montaña. Pero ahora parece rendirse con la misma placidez que yo a la inmensidad y su horizonte prodigioso. Y así pasamos nuestras vidas, atadas a la muerte. Y así entendemos que estamos coincidiendo en el tiempo y el espacio, que compartimos un camino, y así, cada caricia se disfruta con la máxima intensidad. Cada palabra es un regalo, cada suspiro es la rúbrica de un instante irrepetible. Y cuando le arreglo un mechón de su cabello negro, es como sí pasara la página de un episodio magnífico de nuestras vidas. Otro capítulo inolvidable e irrepetible. Ni mejor ni peor que los demás. Y si la beso, si me atrevo a besarla, me siento siempre como la primera vez y me sorprendo por enésima. Ese es su poder, el de llevarme de la mano por todo el sendero, pero sin moverme de mis orígenes, el de rebañarme por el trayecto en vez de simplemente transportarme. Ella me hace disfrutar e impregnarlo todo de sal. Ella hace que quiera dejar huella. Puedo decir que sin ella no soy nada; no porque dependa de ella, si no por todo lo que saca de mí.

Wednesday, January 23, 2013

Vástagos del desatino

Billy, el dueño del viejo 7/11, esnifa cocaína como si le fuera la vida. Tiene 70 años y sigue abriendo la puerta de su negocio cada puta tarde. Hay quien dice que si logra estar allí cada día del año, es porque nunca llega a salir a la calle. Quizás es que no tiene una casa donde ir.


La pequeña Molly, y digo pequeña no por su edad, si no por su altura y su aspecto; trabaja también como si le fuera la vida. Es periodista, y redacta con ansia. Con el ansia de ahuyentar con cada letra que escribe, los fantasmas que le susurran al oído que se va a morir sola. Ella tiene un compañero en la redacción; Un compañero al que le gusta escuchar música. Un compañero que escribe columnas de opinión de vívido modo. Ella es súmamente metódica en lo suyo, que es la sección de política. Él es apasionado, sencillamente, y sangra cuando escribe.

Ella le interrumpe, ella le interrumpe siempre que él se envalentona frente al blanco del papel. Siempre pidiéndole la opinión, su consideración en lo que respecta a alguna memez. Demasiado melódica para él, ella. Entonces él siente rabia. Siente rabia por no estallar de una forma natural, como lo haría una ola contra el malecón. Él sabe que ella es una buena persona. También sabe que ella se siente sola, pero él está solo y no se siente mal.

Billy el viejo cocainómano, pierde el culo por Molly, que acude a comprar goma de mascar semanalmente a su pequeño antro. Billy quiere ofrecerle cocaína. Sabe que ella se asustaría, pero a Billy le empieza a dar todo igual. Quiere ofrecerle cocaína, y sueña con la idea de que ella le quiera follar con el colocón encima. Billy tiene 70 años, pero su lívido sigue siendo la de aquél adolescente que se masturbaba en los tejados de Brooklin con los puentes de la gran manzana por testigo.

Molly se deja. Billy le ofrece cocaína y Molly acepta. Nunca antes ha probado la cocaína, pero aun sin saber porque, en cuestión de segundos ambos se sirven del cristal del mostrador para ponerse hasta las cejas. Ya no hay goma de mascar que valga. A molly se le hace un nudo en el estómago. Jamás practicarán sexo, piensa Billy. Billy siente pena por la pequeña Molly. Y que un tipo como él sienta pena por alguien, es algo demoledor para lo que viene siendo el compendio de emociones hasta ahora registradas en el mundo. Molly esnifa enloquecida, como una diabla fugitiva. Ha logrado desbancar a Billy en cuanto a tesón. Llora cocaína, la pequeña Molly, sus ojos de Topollilla supuran cocaína.

Molly quiere matarse de un modo sórdido. Y eso a Billy no le hace ninguna gracia. Le va a arruinar el negocio, y además, no quiere formar parte de esa estampa, no le gusta haber sido elegido por la pequeña para acompañarla hasta la sobredosis. No quiere ser partícipe de la última voluntad de la chica, que parece haber decidido que ya que va a morir sola, va a rizar el rizo y va a morir también desgraciada. Billy se sabe agente activo de esa desgracia a la que la joven aspira de camino a su última voluntad.

Molly se empieza a fotografíar con el móvil junto a Billy. Lo agarra del cuello. La nariz de Molly sangra levemente. Ella no para de darle besos en la sien, y ahora le pide que la folle. Que la folle por dios. Pero Billy no puede. Quién lo iba a decir. Billy no puede. No porque su miembro sufra los achaques de la edad y no levante cabeza; no. Más bien se trata de la pena pura. Billy siente pena pura.

LA policía ha llegado y ha rodeado el local de Billy. Llevan horas allí, y parece que Molly ha enviado las fotografías de la fiesta a su ex, que es agente de la policía local. Billy no sabe de tecnologías, pero ahí tiene a la policía, rodeando su negocio. Entonces Billy monta en cólera.

¿Qué porqué?

¿Cómo que porqué?

Billy; una malaputa te ha ganado la partida, y ahora tú, de repente vuelves a ser más desgraciado que ella; y si era eso lo que quería la nena? Y si ella lo que buscaba era conseguir que alguien fuera más jodidamente desgraciado que ella a la hora de la verdad?

Billy ha abierto los ojos y es consciente de este hecho, aún así, cuesta actuar con la cabeza fría. Le apetece machacar a ese pequeño saco de huesos. Pero si lo hace, él será ya no el malo, si no el desdichado de la película.

Da igual… ¿cómo debe sonar la cabeza de la muchacha reventándose, golpe a golpe contra la esquina del mostrador? Quizás los restos de cocaína sobre la superficie amortigüen un poco el sonido? Quizás la sangre profusa que llegue a saltar de las córneas de Molly, mezclada con la cocaína, se asemejen al tomate frito mezclado con el queso granulado que tanto adora Billy? Pensar en ello ha hecho que le entre hambre. Billy coge con fuerza la cabeza de Molly y le asesta el primer golpe, muy potente, contra el cristal del mostrador. Es increíble ver cómo sonríe la chica antes, durante y después del impacto. Parece muy excitada. Le ha dado por hablar:

“Ale el viejo, que se ha vuelto loco, jajaja”

Esto es lo único que le da tiempo a decir, porque justo cuando Billy se dispone a darle el segundo golpe, la policía dispara (el ex, para más inri). Billy sabe que va a morir, pero en un acto de lucidez, interpone la cabeza de la muchacha entre la trayectoria de la bala y su cuello.

No hemos de olvidar que los rifles de asalto son tremendamente potentes.

La cabeza de Molly se ha convertido en una sandía desechada en el proceso de selección de las grandes industrias de refrescos.

Billy ha perdido la quijada. Su mentón debe andar por Papiol.

El ex se siente extraño, pero no se siente mal. Molly nunca le completó. Esque esa chica tenía algo descorazonador, muy descorazonador en su interior.



Es una historia absurda, pero más absurdo es el mundo en que vivimos, un lugar donde la mayoría de la gente, cuando hace algo por los demás, es algo malo.

Firmo mi artículo de opinión, y me marcho a casa.

Tuesday, January 22, 2013

Tres capítulos

Algunas veces, tienes algo que entregar, tienes algo que entregarte a ti mismo; un sentimiento que notas al llegar; llama a tu puerta; las estrías, sientes as estrías como las líneas que separan la vida de lo que viene después; No la llamo por su nombre porque la tema; No la llamo por su nombre, sencillamente porque no creo en ella.


Son demasiadas cosas entregadas; Demasiadas emociones en la memoria; Son demasiados helicópteros y amaneceres; Son demasiados amigos; son demasiados abrazos, y también demasiado dolor.

Si no la llamo por su nombre, no es porque la tema; es porque no existe; Solo se trata de echar a volar; De una etapa más; Un paso natural. Los maletines de ejecutivo se quedarán por siempre mirando al mar e incluso ellos nos van a echar de menos. Ya no soy un niño; ya concibo detrás del miedo, concibo en un lugar abierto, rajado, concibo sin referencias; concibo detrás de la tierra; me alcanzo la espalda con mis propios brazos; Los helicópteros no alteran el curos de las cosas; sus motores martillean el firmamento; las baldosas, el mosaico; todo se va resquebrajando.



De nuevo en andorra; de nuevo de compras; de nuevo el olor a libros nuevos, Las videoconsolas más potentes del mercado. Esta vez no voy sólo, voy acompañado con la mujer de mi vida; esta vez noto el capitalismo atravesándome el corazón. Esta vez noto caer todo; que todo embellece; “Puedo desaparecer”, le digo a mi chica, “puedo desaparecer aquí y ahora, y pasar a formar parte de el espíritu de este centro comercial”. Afuera nieva; los niños crecen fuertes; hay una pizzería que quizás atine volver a pisar; y entre las montañas, corren caballos salvajes; corren por las colinas; Tu pelo, tu honestidad es lo que precisamente te hace peligrosa; Tu lejanía me ata más a ti, tus ganas de reír, de bailar; me hacen dependiente de las danzas marítimas; Busco en el mar un remedio para mi dolor. Traté de manejarte; tu tiraste tan fuerte de las riendas, que me sangran las manos; Sigues desde el otro extremo del mundo los acontecimientos; Yo yo sólo deseo un vehículo con reproductor de mp3; una plaza junto a ti; una carretera hacia andorra. Frotar mi cabeza contra el alquitrán como un tomate lo haría contra el pan. Morir mientras estás cerca. Por fin lo he dicho. Por fin hablo de la muerte aunque no crea en ella. ¿Quién puede llamar muerte a un instante tan fino que ni existe? Muerte es ignorancia. Es lo que sólo Vallirana sabe que hay por encima de nuestras cabezas.

Monday, January 21, 2013

Pienso que podemos


En la heladería de Ballyskeagh, Aquella que solo Dios sabe si exite; se producen extraños encuentros entre sucesos más que personas; Entre historias y su esencia; el pequeño barrio obrero; las chaquetas cargadas de género para ahuyentar el frío, el hule, la policía; La controvertida ley de enseñanza; los niños corren, los padres vigilan. Pero no vigilan si sus retoños cruzan o dejan de cruzar la carretera, vigilan cómo crecen. Vigilan el tipo de personas en que se van a convertir. Dicho así, no suena mal. Pero se olvidan de los pequeños retos que hacen que la vida de un niño, sea precisamente eso, la vida de un niño.

Los padres, sus religiones, sus ideologías, aquellas cosas que ellos mismos llaman principios, Todo aquello va a pesar sobre la espalda de sus hijos.

Debemos ir con cuidado, debemos ir con mucho cuidado, padres de nosotros. Sin saberlo, somos la peor arma para nuestros hijos.

Ellos sólo piensan en saltar, en correr más rápido que el viento; ellos, solo piensan en respirar fuerte y en reír, en llegar más lejos porque los demás les acompañan. Ellos ven en las montañas de chatarra que hay en el puerto grandes monstruos que van a rellenar las historias más fascinantes; Ellos son los que hacen apuestas sobre qué habrá al otro lado del horizonte cuando nosotros sólo les enseñamos que no deben acercarse al agua, ellos son los que ponen la potencia, los que tienen la cuatrera inspiración blandida de cabo a rabo, son los que hacen que se desborde de alegría todo el pueblo, los que pegan fuerte.



¿Quiénes somos, después de ser niños? Sólo el arma. Sólo somos el arma.

Wednesday, January 16, 2013

Buenos sentimientos


Subimos al escenario; beat, beat, beat, señalas con la mano, beat, beat, beat. Agarro el pie del micro mientras me convulsiono. Es lo único que hace que no pierda el equilibrio…ese maldito pie de micro, beat beat beat… Grito entre cada espacio que me deja el bombo, estallo reverberadamente, me expando y freno en seco el cañón de energía en la síncopa, beat, beat, beat, entra más percusión todavía, y por fin, mientras vocifero, veo las imágenes; veo el pelo rubio, veo un gran centro comercial. Mis hombros, ya en el papiol, continúan retándose el uno al otro, a ver quién hace callar a quien antes. No hay manera, beat beat beat… Y cuando de repente, la percusión se queda de nuevo bajo mínimos y el tema pide la presencia de mi voz más que nunca, me abro, me desgarro por dentro, creo una historia, creo una expectativa y me voy abriendo por el vientre, como si tuviera una cremallera que rodea todo mi cuerpo. Hablo de comerciales, la guitarra acolcha los golpetazos que se da mi alma contra la carcasa que son mis costillas; beat, beat, beat, Algún efecto, las voces del publico… estoy exhausto y esto no ha hecho más que empezar. Da igual, de todos modos, no sé de dónde coño saqué las fuerzas desde el principio. Beat beat… beat.

Tuesday, January 15, 2013

El tributo caro


En el dance hall de los absurdos, luzco mis zapatos de charol negros y blancos. También son absurdos, como absurdo es haber llegado hasta esta sala. Bailo y sonrío con la esperanza de que se den cuenta de que no finjo. De que soy el propio personaje. Bailo y mantengo mi sonrisa y por una vez, esa estúpida actitud me parece más relajada que la mía original. Mis músculos se cansan rápido de sonreír cuando no sonrío expresamente. Esta vez poco me importa. Mantengo la estúpida sonrisa aunque duela. Porque más me duele demostrar a los demás lo jodidamente que ando.

Camino por encima de los tejados, me siento y echo un vistazo al manto de edificios. Noto el viento, es agradable. Sale el sol y sí, estoy vivo.

En el dance hall sigo bailando de modo absurdo, con movimientos esperpénticos. Quiero gritar, esta es mi manera de gritar, es mi manera de tratar de ahuyentar los fantasmas, bailar como quien grita para que algún tipo de ruido le acompañe.

Nadia


En el caso de hoy, sólo yo he cruzado la línea. Me pensaba que íbamos a ser los dos los que rompiéramos los límites, pero llegar hasta aquí ha sido más importante que el hecho de que me acompañaras- El problema es que ahora miro a mi lado y te quedaste muy atrás.
Hacía tantísimo tiempo que no me sentía con las fuerzas de ir un poco más allá, de caer de lado y romperme las costillas… que mira, finalmente es así como me he encontrado; ante esa gran ostia a la que le perdí el espeto.
Ha llegado muy pronto, tan pronto como tú has desaparecido. Y no, tengo claro que no voy a rogarte. No lo mereces. No lo mereces por una sencilla razón: Has sido cruel conmigo. Alevosamente cruel. Quisiste retenerme para sentirte fuerte frente a los demás, para que fuera una carta de refuerzo en tu estrategia. Una estrategia levantada para batir a otro. No a mí.
Y todo lo que estuve esperando, sobrevino en una sola noche; Todo lo que hube soñado, ocurrió en 10 horas. Fue tan fugaz, que no tuve consciencia de la magnitud de las emociones hasta varios días después. No las asimilé hasta ahora que me sobrevienen. El problema es que si mi cuerpo ya no estaba preparado para asimilar tantas cosas buenas en tan corto intervalo de tiempo, imagínate si también ha de asimilar ahora una desazón igual o peor de potente que tu sorprendente presencia.
Hablo de tu ausencia.
Me gusta, siempre me ha gustado relamerme las heridas, pero tengo la boca pastosa de la espesura de la sangre y el sabor propio del hierro me hacen saber que no estoy tan bien como cuando recibo otros golpes.
Llegados a este punto, sólo cabe desear que sea el fondo de todo. Solo cabe esperar que mañana quiera volver a empezar, que lo voy a conseguir. Me enjuago con estas palabras la piel, y veo caer tus gestos y tu olor. Me despido de todas las fuerzas que me has dado.
He cruzado la línea y nada es como esperaba. Tú sólo me dejaste a las puertas de este principio.

Monday, January 14, 2013

En un momento

Los hombres desembarcamos en las mujeres con una intensidad inusitada, pero en la mayoría de casos, solemos desaparecer de la misma forma, aunque entonces, a eso se le llama sequedad.

Thursday, January 10, 2013

Cinderello

Ya lo vuelvo a sentir, ya me vuelvo a colocar los cascos, ya vuelvo a seleccionar esa misma canción de siempre. Already over it; Ya vuelvo a pensar que he perdido una buena moza. HAcía tiempo que no me sentía así... Joder, qué bien  sienta cuando piensas que te pondrías hasta el culo de éxtasis con la persona a la que adoras al lado. Cuando te dices “cruzaría la frontera por ti”, y de repente ya estás en ese coche destartalado. No sabes cómo, pero no te ha costado llegar hasta allí. El viento cálido te pega en la cara, el cielo se contagia del naranja arcilloso del terreno. El motel de siempre, en la carretera que sea, el motel de siempre; Los olores ácidos de la gasolinera; la camarera que mascar chiclé e itinerantes camioneros en la barra.
Por mucho que corra, por lejos que vaya, hay cosas que no puedo dejar atrás, es cierto, ahora lo comprendo. El amor es una de esas cosas que jamás puedes dejar atrás. Llevo varios años escuchando esa frase, y hasta hoy no la había comprendido.
No puedo. Mick tampoco puede. Nadie puede.
Debemos seguir corriendo porque preferimos sentir el dolor del esfuerzo mezclándose con el dolor puro del desamor. Cualquier tipo de dolor es mejor que el dolor puro, claro está; debemos seguir huyendo porque preferimos renunciar a nosotros mismos a que el destino renuncie a nosotros. El amor por una nena así se anuncia: contundente e implacable. Se dirige a tu yugular. La secciona sin vacilar. Entonces, por fin corres como el pollo sin cabeza, asumiendo una sinrazón de trayectoria que sólo acabará cuando caigas desfallecido en algún rincón
¿Ahora qué hago, si estás encima de mí siempre?

Monday, January 07, 2013

Mi sueño mozambiqueño




Ayer soñé que viajaba a Mozambique; Ayer soñé que descendía por una escalinata, y pisaba la tierra prometida; los niños me rodeaban, daban vueltas a mi alrededor, saltaban y gritaban, y los mayores sonreían plácidamente; los árboles custodiaban tan magnífico encuentro; se erizaban como mi propia piel, al son de un viento bendito; todos vestidos en seda; con muchos hospitales por levantar; con muchos colegios que construir; Los pequeños cabezones chillaban y yo les acariciaba el cráneo ocasionalmente... Estaba muy lejos de aquí; tan lejos que no llegan vuestros malos pensamientos; tan lejos que la envidia no tiene nombre, tan lejos que la avaricia, más allá de llenárseme la boca diciendo que es un pecado, muere al tiempo que sucede. Aquí las únicas vueltas que se le da a las cosas son esas, las que da un niño alrededor de su divertimento.

Descendí por la escalinata y pregunté por las vacunas al doctor. Los camotillos me zarandeaban insistentemente. Renacuajos. Angelitos.

El doctor dijo que sí con la cabeza y me guió hasta el pequeño almacén colmado de medicamentos. La fuente seguía ofreciendo agua, y los críos pronto empezaron a cantar.

Me sentí miserable por pensar en todos vosotros. Todos los que he dejado en la gran ciudad. Porque pensé en vosotros con cierta maldad. Y después reflexioné “verdaderas esas palabras, aquellas que explican que tu felicidad es más intensa cuando sabes que hay quién no ha tenido el valor de arriesgarse a mejorar sus expectativas”.

Las mujeres del poblado empezaron a cantar con los niños y a dar palmas, y yo cometí el error de creerme casi un Dios en aquella tierra. Ese fue el colmo de aquél criollo emocional. Por fin llegué al punto en que me di cuenta de que todo pensamiento que se refería a mi propia persona, a mi propio estado emocional, de un modo abstracto y alejado, era fruto de una visión muy occidentalizada de todo lo que allí venía sucediendo. Una visión que me pervertía como ser vivo. Todo lo que sentía acerca de mí mismo, necesitaba presumirlo, y como allí aquello no tenía sentido, me conformaba creyéndome apóstol. Mi cultura es vergonzosa.

Afortunadamente, aunque no puedo aplacar mis delirios de grandeza, he llegado a comprender que éstos son consecuencia de una enfermedad de transmisión cultural, y esta gente me medica contra ella.

Y así fue mi sueño mozambiqueño.

Friday, January 04, 2013

Cientos de laureles

Pasan los años, y Dios sabe, Dios sabe perfectamente que la potencia no es la misma, y que me armo de inspiración que viene antes de que me ponga a trabajar; y que ese proceso no es garantía de éxito, y mucho menos de regularidad. Voy dando bandazos aún; le pongo un poco más de tesón, algo más de voluntad; pero hago de mí, sigo haciendo de mi el objetivo de mis quejas, de mis errores, de mis fallos. también de mis logros, Dios mío, tengo 28 años y en el fondo sigo pensando que soy un niño aturdido  brumado, apaleado por los acontecimientos; Salgo a correr como los demás, procuro hacerlo igual de bien. ya sabes que quiero sonreír, sabes que quiero vibrar, sabes que sé, que a al final de mis días esta actitud que llevo encima me desesperará, porque cada día que pasa, me vuelvo más loco a mí mismo. Cada vez estoy más enjaulado en mis propios hábitos, mis propias rutinas. ¿Te crees que lo había olvidado?

Hoy retumba el final del pasado año en mis sienes. retumba toda esta mierda, retumba toda esta vida. Lo único que he sabido hacer bien después de todo, es rodearme de gente honesta. Pasarlo bien de vz en cuando.