Thursday, July 28, 2011

Los hijos de siempre

Cuando me tomo mi tiempo; cuando juego algún solitario; es cuando me doy cuenta de que no tengo un lugar en donde me pueda dispersar del todo para por fin romperme.

El corazón se me parará pronto. Lo sé. Lo sé porque me he dado cuenta de que es importante que para que lata, la cabeza encuentre una pista lisa para correr rala; afilando el viento.

¿Tío, quieres un puto cigarrillo? La espera es el mejor de los lugares para cualquier despistado como yo. Mirando el neumático desgastado; percibiendo la tensión de la curvatura en su base; Disfrutando del momento que hay antes de volver a pensar en lo de siempre… Que qué hago aquí; que qué debería estar haciendo.

Creo que la peor de las condenas de todos aquellos que nos preguntamos algo, es constatar que todos acabamos amontonados en el mismo punto de la cuneta; si es que es cuneta y no callejón sin salida.

Voy a ir avanzando poco a poco y voy a ver si así el impacto, si lo ha de haber, es directamente frontal.

Voy a decidir morir silenciosamente. Morir bellamente; morir para los demás mientras yo sólo me dedico a encontrar mi lugar. Eso es. Morir para vivir tranquilo, sin este ojo gigante que clava su mirada en mi espalda… ¿y si todo aquello a lo que trato de responder es sólo fruto de un proceso social y de mi permanente contacto con la gente que vive en esta dinámica humana en la que yo también me encuentro sumido?

Volvemos al punto de siempre; el número de humanos es un factor decisivo para la concepción y la práctica efectiva de los valores que lleguemos a dirimir.

Thursday, July 14, 2011

El lugar de la levedad

En un lugar tan lejano y recogido, que sólo hay sitio para el sonido de una sencilla guitarra. Hay tan poco espacio que ésta no se puede rasgar. Sólo puntear levemente. Como leve lograré ser por fin, máxima realidad a la que aspiro.

Ser leve y quedar tirado entre el atardecer y el anochecer. Morir a rastras de sutiles ritmos, percusiones sordas y voces ásperas de agotamiento.

No significa que voy a estar mal. Al contrario. En un lugar así me voy a sentir tan relajado y extenso que mi sonrisa va a ser eterna y va a recorrer todas las llanuras de alrededor buscando siempre meterse entre el sol y el horizonte. Ahí va a ir lisa mi sonrisa. Muy lisa…

Y ni los recuerdos la van a alcanzar.

Es un día nublado de verano. LA muerte se cierne como una amiga. Más buena amiga de lo que me esperaba. Ayer un hombre alcanzó los dos o tres metros en el aire fruto del impacto propinado por un tranvía. Mi reacción no fue tan emocionante como yo mismo habrías esperado.

No me pareció tan bello y dramático. No tuve fuerzas para sentir su angustia, no tuve fuerzas para grabar la imagen en mi retina.

Y eso me da que pensar. YA no tengo la capacidad de observación tan impoluta. Esta entelada y mis percepciones no me entran puras. Así no hay quien viva en paz. Me alejo del lugar de la brevedad. Tengo demasiado protagonismo en mi propio parecer. No he reservado nada para los silencios de la tierra ni para el dolor de los demás. 

Monday, July 11, 2011

La Sagrada Mierda

Estos primeros días de verano no acaba de quitarse del el cielo la pesadumbre. Una pesadumbre que quizás viene de dentro. Puede que no. Puede que llegue de fuera. Me gustaría que el cielo fuera claro. Perdona, quería decir que mis pensamientos fueran claros.

Me detengo un momento y reviso la bolsa. Quedan muy pocos cartuchos que disparar. Suspiro y le pregunto al cielo si realmente me entiende. Al instante creo caer en mi propio error: Quizás soy yo quien no lo entiende a él.
“Este es el camino de siempre”, concluyo. Tan manoseado que da asco y me hace sentir miserable.

Pensar no va a servir para que mis manos dejen de temblar: No va a servir para olvidarme de la resaca de cada mañana de fin de semana.

Todo lo que hube imaginado se traduce ya a la realidad. Ha llegado el momento. Y me sorprendo al pensar, paradójicamente tranquilo, que esto no está tan mal. A pesar de todo lo que no se ha cumplido, esto no está tan mal.

A pesar de no sentir ninguna emoción trepándome por la espalda o machacándome el pecho, a pesar de no asustarme por recibir un balonazo de intensa emoción, sigo pensando que me muevo bien, que dibujo pequeños trazos que cuesta ver, pero que al fin y al cabo, permanecen en el aire.

Monday, July 04, 2011

Nova Andorra

Estamos en el punto en que la relación entre la intensidad y el perímetro de la explosión es perfecta. Después de ahora, cada segundo que vayamos sumando, será un segundo para describir un declive temporal.

Algunas ascuas fulgurarán unos instantes más acabando de desgarrar y expandir un cerco otrora prodigioso. Eso es lo que va a suceder.

Redacto a marchas forzadas acerca de una maravilla de instante. El mejor, quizá. Aquél en que me sentí más desdichado, perdido, desorientado de toda mi vida.
Me preguntarán qué era de mi existencia en aquellos momentos. Yo contestaré: Muchas chicas, un trabajo de mierda, aspiraciones y sueños y un letargo de trasfondo que aplacará todo lo que pudiera haber sido.

Si todo marcha con la debida normalidad, tendré hijos adoptivos o de sangre y una mujer fantástica. Manejaré un auto familiar de gama media y me dirigiré a Andorra improvisadamente cualquier fin de semana. Y en secreto desearé que mis hijos experimenten aquella dulce excitación de ir a un pequeño paraíso fiscal donde obtendrán uno de los pocos caprichos gratuitos que les pienso otorgar alguna vez. Quizá unos cascos para su plataforma multimedia, quizá algún videojuego carísimo. ¿Lo haré por ellos, o lo haré por mí?

¿Por su corazón caminarán con paso firme las emociones que camparon por el mío? Ojalá que sí. Eso es lo más humano que se me ocurre decir. Yo ya nunca volveré a ser el mismo, pero ellos pueden ser lo que yo fui. Serlo a su manera. Pueden escribir algunas cosas interesantes, pueden tener un grupo de música y pueden sangrar. Y algún día, ellos también experimentarán este abandono que me asedia. Ellos habrán hecho su camino y querré que quieran a su padre como yo quiero al mío. Veladamente.