Desidia,
la princesa de mi culo, pasea pateando a sus vasallos. A las puertas de
octubre, menopáusico yo, seco por dentro, arrugado como una pasa que no tiene
una suerte de jugo en su interior. Una esponja acartonada, cuya membrana se convierte
en un mero manto de ceniza al posar mi mano sobre ella. Es otoño, la época
tardía para los tardíos. La nostalgia, nutriente principal de las raíces del
alma, esta temporada no parece ser precisamente de mucha calidad. Hoy, podría
notar revuelto mi estómago y hacer escupir a mi ano un chorro impresionante de
mierda mientras ando arqueado hacia dentro, en posición fetal. Como bien te
puedes imaginar, ese chorro de mierda me sacudiría caliente en la propia cara
mía. Lo que sentiría en ese momento es bajeza. Una bajeza tan bien definida que
por maravillosos instantes no cabría esperar nada peor. Y es que igual que los
momentos de felicidad son terribles porque no volverán, los momentos de bajeza
son bellísimos y placidos, porque no hay un lugar más profundo donde caer.
Sentir el confort y la seguridad que propicia en mí mi propio chorro de mierda caliente
en mi cara, es algo impagable y que te transporta a un videojuego del que eres
protagonista. Algo así como un San Andreas donde hay muchas putas que reventar y civiles que
abatir sin remordimiento alguno. Cuando visitas la bajeza, generas un ejercicio
baladí del cual tú eres el origen. No vales nada. Pero tampoco nada vale nada.
El chorro de mierda, y su calor en tu rostro se encargan de recordártelo. Ser baladí es acercarse a lo absoluto por la
puerta de atrás. Columpiarse al filo de la existencia, asomarse al sinsentido y
mantenerse allí racionalmente. Yo quiero
ser baladí.
Tuesday, September 30, 2014
Tuesday, September 23, 2014
Un tipo de vuelta a casa
Cuántas cabecillas habré dejado de acariciar porque la jauría
se habrá desvanecido antes de que logre salir de mi asombro. El sol se habrá
puesto antes de que deje de sentir su calor en la piel, y los árboles me habrán
susurrado el secreto antes de poder comprender…. De poder comprender nada.
Algunos hablan de su hogar, de su casa, les es fácil
imaginarla. A mí me cuesta mucho, me
cuesta mucho imaginar la forma de mi casa, pero eso no me asusta. Mi hogar, se
podría decir que es el de todos. Solo hay que sentirlo, y aunque no esté en ningún
lugar, puedes encontrarlo en cualquier parte donde te trepe el silencio por la
espalda. Mi casa es así, ruega por respeto, eso es lo único que pide a cambio
de lanzarme sus brazos enormes, fuertes y confortables por encima, para
recogerme y hacerme sentir a salvo. Entre sonrisas, mi hogar y yo viajamos…
Tomamos sendas distintas y nos cruzamos de vez en cuando, pero el destino
siempre va a ser el mismo. Lo puedo notar en las caras de algunas personas, en
sus gestos, lo puedo sentir en algunas canciones, pero también en los ladridos de
algunos perros por la noche. No sé cómo se llega a mi casa, no sé cómo dar las
indicaciones, pero siempre que necesito encontrarla, aparece cerca de mí.
Tendré que caminar más, tendré que caminar menos, pero siempre me lanza los
respiros.
Monday, September 15, 2014
La tarjeta de la defenestración
Badhog, el cerdo calamitoso de anteayer, hoy puedo ser yo,
y mañana tú. Badhog, supongo que es un estado de ánimo. Pero no uno cualquiera. Badhog hace
que se repita en tu cabeza que haces algo mal. Que sigues ahciendo algo mal. 30
años mal. Habrá que cambiar cosas, y habrá que fortificar los hábitos
saludables. Yo antes solía pensar con
mucho más desparpajo. Pero 4 años parece que son suficientes para tirar por la borda la
funcionalidad de tus neuronas. No sólo eso… en este periodo de tiempo, puedes
conseguir adormilar su sed para volverte un oficinista ejemplar más. Cojo el
ascensor 4 veces al día y siempre que haya alguien dentro digo “hola”. Ahora
nos reparten una correa a modo de collar para que luzcamos nuestra tarjeta de
acceso al edificio orgullosamente. No entiendo la facilidad con la que la gente
asume ser eso, ser gente, ser indiferentemente gente. Todos se han cansado de
brillar. No niego ser especial, ya se sabe, pero lucho por probar con reflexiones,
allí donde me está permitido llegar. Y sólo por eso no se me puede considerar
igual a la gran mayoría de gente de este edificio, que se cuelga esa tarjeta
del cuello tan felizmente. No se dan cuenta de lo que simboliza ese gesto. Que
dios les tenga en su haber.
Monday, September 01, 2014
De vuelta
Hemos vuelto, con la fe en lo alto. Hemos vuelto, con las
promesas bien colocadas de tanto repetirlas. Encajadas en las muescas del alma
malnutrida. Hemos vuelto como si nunca hubiéramos partido. Con los mismos
deseos de cambio que nos han hecho quedarnos exactamente igual que como
estábamos.
Hemos vuelto, pero nunca nos fuimos. Llevamos la marca de los hábitos. Buenos y
malos. Llevamos el hábito.
Nos contamos nuestras vacaciones. Nos contamos grandes
bromas. No somos quienes decimos ser, y aunque hayamos ido donde decimos, nunca
hemos estado allí. Lo hacemos más bien por aquello de tener algo que contar…
pero qué más nos da un lugar que otro, unos lugareños que otros, unas culturas
que otras.
Sólo queremos explicar que hemos viajado, aunque nunca nos
hayamos movido.
Subscribe to:
Posts (Atom)