Wednesday, October 24, 2007

Esquela 102: Más de lo mismo

Se me hace raro, aunque no sé el qué. Viene un toro decidido, dispuesto a volar el triángulo amoroso por los aires.

Desde mi terraza, me dedico a observar los movimientos de un anciano que milagrosamente conserva su forma en un estado excepcional. Vive en el bloque de enfrente, y él también tiene una especie de balcón. Colmado el lugar de macetas con geranios y lilas, ese abuelo cada mañana allí aparece. "Las flores son para los viejos", me decía hasta que le conocí. Qué curioso que sea precisamente ese ser correoso que ha perdido el respeto a la muerte, el que me haga ver que las flores no son para los viejos, si no para la gente ha aprendido cuales son las cosas buenas en la vida.

Mi terraza es más alta que la suya, razón por la cual mi ángulo de visión sobre su casa es óptimo para analizar todos sus movimientos. Ahí va, cada día con su cinta ancha de algodón en la cabeza y su camiseta imperio impoluta. Se pone a hacer flexiones, haga sol o caiga un chaparrón. Sea como sea, siempre acaba empapado. Me imagino comiéndome su carne. Masticar ese pellejo debe ser lo mismo que masticar una michana de ternera barata muy pasada. Es un hombre sano, íntegramente interesante por ser tan despreocupado, por no esperar nada de la vida y a la vez siempre huir de la muerte desmerecida o ávida. Es sereno. Un tipo fascinante. Su transistor no es exactamente transistor, ya que se pueden poner cd's en él. Usualmente se pone canciones inglesas. Pop inglés de calidad.

Siempre me planteo saludarle alguna vez. Ese hombre solitario parece tener algo que enseñarme. Algunas veces lo he observado con mis amigos. Normalmente se ríen y ya está. Para mí es un privilegio tenerle allí. un espectáculo, una lección, una fiesta. Algunas veces escucha "drum & bass" y pega puñetazos al aire. Es esquelético, pero no enjuto. Tiene unos dientes grandes y brillantes, aunque no sé si son de verdad. Achina los ojos a cada golpeo. Me recuerda a Clint Eastwood. Es la misma mirada que el americano tiene cuando se cubre tras la puerta de un vehículo mientras tratan de acribillarlo a balazos. Es el rotro de quien escucha los casquetes de las balas caer a su lado, amortiguados por la chapa del coche.

Me parece bello. Me parece especial. Y a veces me asombro de lo poco importante que parece mi vida cuando le observo. He llegado a pensar que como mejor se está es viéndole. Que lo mejor que tengo en esta vida, es lo que él me ofrece. Inlcuso llego a plantearme que en realidad solo hemos nacido para observar.

No merece la pena hacer nada más. No tengo fuerzas para mezclarme con nadie ya. El sol es motivo suficiente para mi felicidad. También la lluvia. Me encierro en mí mismo. Decido no abrir la puerta a nadie. Solo el viejo, el cielo y yo.

Me costó asumirlo, pero no tenía nada que hacer contigo. Solo hubiera acabado donde siempre acabo; en la cuneta, o en los brazos de mi madre. Siempre hubiera tropezado con la misma piedra, siempre hubiera pedido del mismo modo perdón, siempre hubiera creído que era la primera vez, siempre hubiera deseado que fuera la última, siempre hubiera ansiado que hubiera algo detrás de alguien, siempre hubiera esperado un as en la manga, una historia jamás contada, un pedazo virgen de tierra, una huella mágica y eterna.

Algunos dicen que ese tipo de cosas a las que acabo de referirme, son precisamente las aspiraciones que nos hacen grandes y magníficos. Son metas que hacen que queramos seguir viviendo. Me parece horrible. No sé si existe esta palabra, pero me parece "antropocéntrico".

Yo quiero seguir viviendo. Pero desde aquí, una platea en donde sencillamente te premian por observar.

Las intransigencias como recurso para sentir que existo ya han quedado atrás en mi camino hacia la muerte, eso es fijo.

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