Me gustaría poder
hacerlo solo. Me gustaría poder reventarme yo solo, me gustaría romperme solo,
destrozarme de un único golpe. Me gustaría ser yo mismo quien decida
estropearse. Sólo yo quien lo estropee. Me gustaría no tener que depender de
nadie más para tener que bajar hasta los infiernos. Me gustaría poder
enfrentarme a mis recuerdos sin que no estuviera nadie más en ellos. Me
gustaría poder detenerlo todo, despertar, pensar que es una broma de mal gusto.
Me gustaría poder desobedecer a mis sentimientos, ser redentor de la última
esencia, poder sostenerme sobre algo realmente sólido, algo que no sólo esté
allí como un ente etéreo. Algo duro. Me gustaría poder tocar mis propias
convicciones, me gustaría sentir que sólo me tengo a mi, claro.
He decidido, sin
embargo, meterme en la jaula y dar de comer desde allí a los monitos de la
bellísima reserva natural. Doy de comer
a los monos desde mi jaula. Y ellos vienen locos a coger de mi mano los
cacahuetitos. Ellos siempre van a estar ahí si estiro mi mano entre los
barrotes. A veces incluso sus dedos duros, tocan la palma de mi mano. Hay veces
que hasta parece que me den besitos, pero en realidad solo están acercando sus
boquys para agarrar los cacahuetes. A mi
me gusta, sin embargo, pensar que son eso, besitos.
Hubo algún
científico que se la jugó en su día con algo más útil que el amor hacia otro
ser humano. Puede que creara una gran obra, y a la hora de la verdad, esa obra
no funcionara, o no se viera como él pensaba.
Iría más allá: Quizás
a él le pareció la obra más bella, aun sin que acabara de funcionar como
esperaba.
No sé si es el miedo
a acabar en la desgracia, por el que los monitos acuden a mi mano. Quizás es
mera comodidad.
*
*
*
“A veces me pregunto de quién será el
fantasma que te ha robado los ojos para que no veas nada.”
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