Tarde de domingo, el eterno cansancio apremia, y me siento como una integrante de los servicios del duque. Soy una mujer de mediana edad cansada, eternamente cansada. Cansada de servir leche y de amasar pan. cansada de hacer largos recorridos para ir a por leña y mantener la hoguera en su punto. Cansada de mancharse las manos con sangre de liebres que no va a poder degustar, cansada de oír la música de las hijas del duque, querer aprender a tocar y saber que no es país para viejos.
Menos mal del río. Menos mal de los ocasionales trovadores: Menos mal de las orillas y de lo que la naturaleza nos presta en forma de paisaje. menos mal de las tormentas que te mojan el cuerpo, menos mal del otro día en que me puse en el pilar más alto de la construcción y pedí explicaciones al cielo en silencio. Vi como poco a poco avanzaban más unas nubes que otras, y me dio por pensar que eran almas errantes o mansos fantasmas del firmamento. Allí andaban, justo encima del mar, bailando un tiempo que ni tú ni yo entendemos. Aún así es bonito admirarlas y perderse en ellas; Ahora parece que se arrastran como la brocha de un pincel, ahora parece que no se movieron un ápice del lugar.
Las palmeras son nuestras referencias.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment