Éramos parabrisas; imparables parabrisas que podían
con todo aquello que se a su paso encontraban. Yo te tenía a mi lado, bailando
exactamente al mismo ritmo que yo; sin ti yo no era nada, igual que tú sin mi;
parte de aquél vehículo sangre; vehículo alma, fulgurante vehículo; Berlín, Tokio,
su comida, las mantas, tus promesas, el dolor más intenso que nunca he sentido
es idéntico a la felicidad que me invadió; cada rincón de mi cuerpo protegido por
tu piel, tú me cubrías pliegue a pliegue; los recuerdos echados a perder
emergen con fuerza; las glorietas, las cortadoras de césped y su rumor; Y sobre todo aquello, tus promesas, aquellas por las que aún hoy sigo siendo
quien soy; aquellos grandes salones y los vasos comunicantes entre nuestros
corazones; siempre tan vacíos, siempre tan ávidos; tus uñas clavadas en mi
espalda; colándose entre mis costillas; sentía por fin que estaba completo;
sentíme completo, obrado, cumplido, consumado; tocado.
La velocidad
de tu amor quemándome por todas partes, convirtiéndome en un despojo de carne
que cauteriza a los segundos; Perdiendo por el camino elementos que ya no sé si
fueron indispensables en algún momento, manchando las paredes, golpe a golpe;
cada impacto es un impulso en forma de luz, de brillo; yo a tu extrema merced;
el riego de tu saliva a abrasándome desde bajo mi oreja hasta la ingle, una
cicatriz invisible pero imborrable, inquebrantable que a carcajadas rebate al
tiempo; Todo por culpa de tus jodidas promesas, que yo soy lo que soy, un
constante saco de tierra raído. Y las piedras me lo recuerdan, me recuerdan que
sobre ellas, con tus yemas colocaste mi sangre, y que con mi fluido dibujaste
tus sueños, por eso, duele tanto; más
cuando el sol irradia calor, cebándose casi tanto como tu propia indiferencia a
día de hoy; sentada tú en un banco, prometiéndole a otros que su vida será
mejor, arrancándose su alma por ti sin tu pedirlo; pero esa es tu condena,
marcar, marcar y marcar: ser recordada por quien desconoce que te recuerda,
pero obra cada día por y para ti.
Como yo ahora, que te he vivido tanto que no te he
vivido, y que sin embargo se que a ti me debo, y que cada paso que doy lo doy
porque no había otro remedio, pues cualquier otro que hubiera dado después del día que te concebí, también hubiera sido por y para ti.
No comments:
Post a Comment