Thursday, April 11, 2013

A la hija de puta

Fue aquél miedo a perder el derecho a alimentar a tus hijos? O fue sencillamente el ansia de querer preservar tu prestigio? Fue que lo más facil era ensañarse con el que creíste que era más débil? Fue que creías que al pisotearme no iba a sentirse ni mi crujido; ni el chasquido de mis huesos? O tan solo fue que sentías miedo Sólo fue que estabas asustada? Porque verás, lo has hecho mal, y ahora soy yo quien te tiene en la pal,a de mi mano. Si aprieto fuerte no vas a tener ocasión ni de gritar, vas a desaparecer como si nada hubiera pasado. Nadie te va a echar de menos. Después de aquello lancé un ladrillo con fuerza hacia la cabeza de una de las empleadas, una de mis compañeras, y me dije para mis adentros que me estaba volviendo loco, y mientras la atendían y otras empleadas gritaban histéricas, me meé en su cabeza y salpique a todas aquellas que se preocuparon por esa grandiosa hija de puta. Les dije que las iba a enterrar en una fosa de chuchos abandonados. Eso eso lo que merecían todas ellas, porque son como arpías. Cuando se juntan, son como arpías. Cogí la cabeza de otra empleada y la apreté con fuerza contra mi recto, utilizando su nariz a modo de detonador, de activador de las ventosidades que acumulaba. La asfixie con furia, deje su pelo hecho un asco, le cambié la raya de lado, a esa cocainómana. Porque ella, al igual que el resto, es una cocainómana. Y MIENTRAS VENÍAN LOS DE SEGURIDAD A REDUCIRME, TUVE TIEMPO DE MIRAR LAS CARAS DE ALGUNOS DE LOS PRESENTES, Y PORFIN PUDE VER CUÁLES DE ELLOS ERAN AMIGOS, Y CUALES DE ELLOS, ENEMIGOS.

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