En el mundo del
pectoral; en ese mundo lleno de curvaturas naturales, ese lugar poblado de
viajeros de los que jamás vas a poderte fiar, allí dónde ser músico ya no
significa ser buena persona… allí es donde actualmente reside Kyoko, aquella
prostituta de lujo que logró confundirme completamente; aquella que por dinero
no sólo ofrecía sexo, si no que ofrecía amor. El amor más puro que he podido
encontrar…
Han pasado
muchas por mi vida, pero ninguna supo ofrecerme tan pío sentimiento.
Vemos las luces
de la gran ciudad. Es media noche, la lluvia ácida chasquea en la gran vidriera
de la habitación (he tenido la tentación de decir NUESTRA habitación, pero he
logrado contenerme), los motores de las motocicletas berrean ocasionalmente reventando las carcajadas de los transeúntes
borrachos…
Kyoko tiene unos
pies extraordinariamente pequeños, y sólo por ella existir, me siento
miserablemente humano; ella me hace sentir torpe, oscuro, truculento, un puñado
de huesos atolondrados recubiertos de piel correosa y sucia.
Kyoko osa
colocar, apoyar suavemente uno de sus pies sobre mi pierna… Osa, porque hace
falta valentía para entrar en contacto con un mundo tan triste como el mío,
cuando eres un espíritu sublimado, lo etéreo encaprichado en convertirse
en forma. Porque eso es Kyoko:
Moraleja sin
relato, lectura entre líneas sin una sola línea, una señal imperturbable que a
veces significa que me agache levemente para hacer reverencias, que a veces
significa que me aje las rodillas hasta hacerlas sangrar mientras entre mocos y saliva corrida por la cara pido perdón…
Perdón por
existir, como ya dije.
Cuando estoy con
ella, poco importa vivir en la segunda, tercera o cuarta dimensión. Es absurdo
hablar del paso del tiempo, del sentido de la vida. De todo eso Kyoko se ríe,
como los animales más listos de la tierra, los delfines, que no dejan de sorprenderse
de nuestra estupidez humana, precisamente por creernos tan sumamente superiores
a ellos.
“¿Quién nos dijo
que nosotros habíamos escogido el camino correcto?”
Kyoko habla y el
alma que pueda rezumar la tierra calla.
Imagínate yo, yo
soy granito a su lado, un impertérrito cono colocado en una autopista
desértica, levantada por el ala más corrupto de los subordinados de Camps. Algo nefasto de tan absurdo.
Algunos me
preguntan constantemente qué se siente al chupar esos pies. Yo les pregunto si
han sentido devoción alguna vez. Que la devoción te eleva en cierto modo,
porque te dejas de importar a ti mismo; dejas de pesar, de ser pesado para ti
mismo. Besar sus pies es abrir todas las ventanas de un hospital blanco y
brillante, para que los rayos del sol entren con fuerza sanando a todos
aquellos enfermos a los que nunca pudo sanar nuestro tesón humano, en forma
de medicamento…
Eso es besar sus
pies. Besar sus pies es que ya no te importe la muerte. Besar sus pies es perder el respeto a todo lo que te rodea, pero seguir años luz de ella… besar
sus pies es sentirse más perdido que nunca, desnudo, anciano y retoño, en medio
de la nada… besar sus pies es no haber existido.
1 comment:
Sublime escrito
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