Monday, January 21, 2013

Pienso que podemos


En la heladería de Ballyskeagh, Aquella que solo Dios sabe si exite; se producen extraños encuentros entre sucesos más que personas; Entre historias y su esencia; el pequeño barrio obrero; las chaquetas cargadas de género para ahuyentar el frío, el hule, la policía; La controvertida ley de enseñanza; los niños corren, los padres vigilan. Pero no vigilan si sus retoños cruzan o dejan de cruzar la carretera, vigilan cómo crecen. Vigilan el tipo de personas en que se van a convertir. Dicho así, no suena mal. Pero se olvidan de los pequeños retos que hacen que la vida de un niño, sea precisamente eso, la vida de un niño.

Los padres, sus religiones, sus ideologías, aquellas cosas que ellos mismos llaman principios, Todo aquello va a pesar sobre la espalda de sus hijos.

Debemos ir con cuidado, debemos ir con mucho cuidado, padres de nosotros. Sin saberlo, somos la peor arma para nuestros hijos.

Ellos sólo piensan en saltar, en correr más rápido que el viento; ellos, solo piensan en respirar fuerte y en reír, en llegar más lejos porque los demás les acompañan. Ellos ven en las montañas de chatarra que hay en el puerto grandes monstruos que van a rellenar las historias más fascinantes; Ellos son los que hacen apuestas sobre qué habrá al otro lado del horizonte cuando nosotros sólo les enseñamos que no deben acercarse al agua, ellos son los que ponen la potencia, los que tienen la cuatrera inspiración blandida de cabo a rabo, son los que hacen que se desborde de alegría todo el pueblo, los que pegan fuerte.



¿Quiénes somos, después de ser niños? Sólo el arma. Sólo somos el arma.

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