Monday, May 18, 2009

Esquela 238: Aprendiendo de lo demás

Comienza por la cintura, continua por el cinturón, después da a la nacional.

Mientras vas enfilando aquella carretera, la pendiente se hace notar, y los árboles, imperturbables, parece que son los únicos que no han perdido el rumbo y siguen mostrando el trayecto más corto hasta el cielo.

Ves las olas romper, las ecuchas chocar.

No todo estaba perdido todavía.

No he avisado de mi marcha hacia ningún lugar. No creo que fuera necesario. No sé canto voy a durar dando vueltas por esta carretera. Si ahora mismo me preguntaran a donde conduce, no
dudaría; Halifax.

Y desternillándome no por tu intermitente presencia en mi situación ideal, si no por los momentos en que te me apareces en el sillín vecino y me haces cosquillas emocionales, coronaremos alguna montaña alta de nombre apache.

Nunca he sido muy amante de los tatuajes físicos. Me van más los emocionales. LLevo unos cuantos de esos impresos entre el espacio de cada letra que escribo.

Nos tatuaremos otro más. Estos no ocupan espacio, y además, con un poco de suerte, te pueden brindar una composición interesante una imaginería tonta pero fascinante. Pueden construirte un poco más que algún proceso oriental de estiramiento de huesos.

Voy en descapotable. Es la enésima vez. Podría pasarme escuchando el rujido de este motor toda mi vida. Podría congelar el sol en un instante del ocaso, y la luz nunca me iba a quemar. Podría ser inmortal. Ahora soy inmortal. me siento inmortal. Eso es suficiente. En mi rincón secreto nunca nadie me va a poder arrebatar una opinión o percepción.

Me sigues y me avanzas, me pongo detrás tuyo, entonces te vuelvo a superar. Como los ciclistas. Es un lujo encontrar a alguien así. Nosotros combatimos contra el escenario y las sensaciones.

¡Qué buena pareja habré encontrado!

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