Wednesday, May 21, 2008

esquela 168: La felicidad de la urba

¿Estamos siendo aún jóvenes?

Quiero decir... ¿no son ya, cuanto menos, ridículas algunas de las acciones que llevamos haciendo desde que nos creímos irrepetibles?

Hay veces que logro que no me importe la pregunta formulada aquí arriba. Recojo este sentimiento, el más humano, quizá, de entre todos los que abanico. Entonces pienso en matrículas medio desconchadas, en moteles y en una madeja de quilómetros infinitos. Evoco el olor a caucho rustido, la caída cansina del sol, y siento la llegada a algún lugar como postre. Solamente como postre.

Es sencillo, el surf vuelve a estar cerca de mis venas, y después de todo, he decidido regresar a Tarifa. De nuevo voy a comulgarme, de nuevo voy a ofrecerme a mi dios, de nuevo voy a nunca desalentarme del sol que me pega en la cara y de las hectáreas de arena interminables. De nuevo voy a rellenar de amistades fugaces mi cubilete preferido, el que no tiene fondo, de nuevo voy a volver a creer que no merece la pena explicar nada a nadie, otra vez voy a aglutinar el material necesario para seguir existiendo por mí mismo con las menores referencias a mi alrededor.

A veces, esperan que me exalte. Quieren sacarme de mis casillas. Quieren aleccionarme. Entonces solo veo las palabras pasar, como si fueran vehículos y yo estuviera sentado en lo alto de un puente que cruza una autopista.

" Desde aquí te das cuenta de que los coches van realmente rápido, ¿verdad?"

"la verdad es que sí"

No merece la pena ponerse a discutir acerca de qué modelo de coche te destrozaría menos el cuerpo si te pusieses ahí enmedio.

Al final, todos te matarían, que es lo que cuenta.

Pues resulta que me voy a aficionar al buceo a pulmón libre, y voy a aburrirme plácidamente fundiéndome en la costa. Es por eso que me parece tan estúpido recibir o dar consejos si no me los piden.

Porque ayer salí a dar una vuelta al parque de aquí abajo. Tuve tiempo de pensar, y resultó que puestos a pensar, pensé en buscar mi felicidad en aquél momento. Y la encontré en el césped de la urbanización, y en cosas que ya nunca voy a tener. Después pensé si habría algo que las pudiera sustituir. Y de nuevo volví a recurrir a la solución a la que recurría hace mucho tiempo: Tuve tiempo de inventarme una mujer que encajara en todos los huecos que mis inquietudes cavan en el preciado terreno de mi alma. Y después, después de verla perfecta bajo mi punto de vista... e imaginarla cerca... no obtuve toda la felicidad que esperaba.
Mis pensamientos no podían ir a más.

entonces me di cuenta de que el problema no era encontrar algo que pudiera sustituir la felicidad de la urba. El problema es que yo ya no soy capaz de sentir tan intensamente como antes la felicidad.

Porqué?

porque a partir de los 22 deberíamos empezar a morir. El cuerpo humano no esta preparado para ofrecer nada interesante a partir de dicha edad.

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