Wednesday, April 30, 2008

Esquela 164: Calipología del verano

El pelo grasiento y enmarañado es lo que menos me importa cuando estoy vaciándome en el verano. Hay muchas cosas que hacer: lo primero es detener la rueda del día a día y dejarla apoyada en la pared de yeso del casino de la plaza, bajo el sol achicharrador de las tres de la tarde. Entonces me apoyo en la repisa de la fuente que hay en el centro. Desde mi lugarcito me gusta ver cómo se deshidrata progresivamente la rueda, allí enfrente, apoyada. Me gusta ver cómo se seca y cómo muere de sed, me gusta ver cómo pierde toda su sustancia y deja de pesar, me gusta ver cómo, después, se la lleva cualquier ráfaga de viento, por leve que sea.

No sé porqué en verano todo deja de ser importante. No entiendo porqué el orden de prioridades en la vida, las aspiraciones y las metas, se desordenan entre ellas, no sé porqué se revuelcan y se enredan, hasta quedarse muertas de la risa, tendidas en el suelo, recobrando el aliento y mirando al cielo despejado.

Supongo que incluso las inquietudes descansan, y en vez de aligerarse la ropa, ellas se aligeran las responsabilidades.

Si fuera al sur, y siempre hiciera calor, otro puto gallo cantaría. Otro puto gallo cantaría. Descargándome definitivamente de mis deberes sociales, jugándome la vida, con taparabos o sin, haciendo el animal al final, recorriendo toda mi capacidad creativa, de una punta a otra, extenuándome de ser sin ser para nadie más, haciendo rebotar mi ego contra las paredes sordas del mar y del cielo, esparciéndome sin que mis salpicaduras se detengan más que por su propio declive...

Un calippo de fresa, un bourbon...

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