Friday, November 23, 2007

Esquela 118: Canciones de Iván en el coche de David

No suelo poner el título de la esquela antes de empezar a escribir. pero esta vez sí lo he hecho. lo tenía claro.

Son las canciones de Iván Ferreiro mientras vuelvo medio borracho, medio dormido en el coche de David. Me recuerdan a ella. Me recuerdan al Four Roses, me recuerdan a Javea, me recuerdan las fuerzas que me quedan para creer que puede que haya una persona destinada a "cada otra persona". Me recuerdan a cuando volvíamos después de ir a cualquier discoteca medio muertos, tú encima de mí, y yo sintiendo tu cuerpo sobre toda mi piel: Aún hoy soy capaz de volverme loco. Reuno en unos segundos espectaculares todo lo que puedo vender a favor del amor, colapso las salidas sanas de mi convivencia con mi alrededor por tu puta culpa.

Cuando voy excesivamente borracho, siempre acabo igual: Levando banderas medio imaginarias, medio manchadas de sangre, con tu nombre bordado, con tus verdades como únicas en el marco de mi vida, con tus caricias como sobresalientes de entre el resto.
Aún hoy, paseo por la playa y recuerdo a todos mis amigos y todas tus toallas, todos mis placajes para tirarte a la arena y agarrarte antes de que el sol asome, todas las tonterías que tengo reunidas en una batería de confesiones secretas, en un guión que marcan las olas del mar, en un febrero caluroso después de dos años, en unas mantas de Calafell enredadas todavía hoy en nuestros cuerpos, en unas escusas que ahora mismo prefieres utilizar antes de hacer uso de nuestros propios cuerpos como salvavidas de nuestras almas y nuestros deseos más íntimos.

Tú me has pedido que te deje hacer tu vida, por favor. A mí me cuesta, pero acepto las sonrisas que siempre me has brindado como el mejor justificante de tu propia libertad, tus brazos como el documento más valioso para acabar con cualquier juicio que desde mis tribunales más emocionales pueda emitir, tus peticiones de respeto como la integridad de la niña menos afortunada... oh, señor!!!!

Ya no sé por donde andar, y por esa razón trepo como el que más sin rumbo alguno por las paredes de la insolución, de la disolución, del desespero, del pelo revuelto, de las bolsas bajo de los ojos, de las respuestas prohibidas a las preguntas eminentemente humanas.

Hoy tú me has pedido que no nos veamos. Me dices que no me lo tome a juego, que piense enserio en ello. No hay ningún motivo más que el del amor potencialmente contaminante que albergas en tu interior. Yo voy en el coche de David, escuchando las canciones de Iván, y me entretengo pensando en nuestras mil y una historias.

Nunca estudio nada: todo yo soy mis propios recuerdos y la posibilidad de formar parte de tus ilusiones. No soy nada más. No pienso en frío, cuando pienso en ti solo soy capaz de mirarme el corazón y gritar lo que siento. Solo soy capaz de interpretar cartas esféricas, solo soy capaz de aprender a tocar le piano, solo soy capaz de componer un montón de canciones y de pintar cientos de cuadros, de escribir miles de tonterías y de construir peñascos imaginarios en mi corazón, a través de los cuales me inclino y dejo gran parte de mi alma caer. Caer al vacío.

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