Tuesday, June 04, 2013

Noche de san juan con dinero


No sé; era su cabeza; su cabeza redonda, melancolía.

Su haba convulsa; su principio en forma de final;
Los achaques, los espirifens; Su ímpetu, tesón, gallardía, su miedo, pavor; El nudo de su fular;
Allí estábamos, me duele decirlo, pero allí estábamos.
Por fin, de cara; no hay nada más. Por fin, respeto, casi pleitesía.
En el puerto sonaba una de las últimas canciones, debía ser algún día parecido a San Juan. Te he dicho alguna vez que los días, todos se parecen a los grandes días? Incluso los días más aburridos tienen un gran día en el que fijarse; un día que no te salió bien.
Este día, parecido al día o a la noche de san juan, o a la madrugada que debía venir; fue transparente completamente; Los asuntos, todos ellos muy sencillos, había una noria que no paraba de dar vueltas, repartición constante de peluches. Pero yo siempre preferí los hinchables y las colecciones de coches en miniatura. Tenía lamborghinis, testarosas y porches.
La luz aún era ultravilolada y tu cara parecía escupir, escupía, tu rostro escupía una lacra rocambolesca que somos tú y yo y todo lo que empieza y acaba.

El camarero había entrado en el lavabo y te había rogado que te hicieras cargo de la barra. Pensó que todas esas folladas que habíais tenido eran suficiente aval para dejarte al mando.

Pero para mí, aquella era como una noche de San Juan, una noche loca en que por fin puedo hacer lo que deseo.
Te besé en cuanto se fue, y te pedí que vaciaras la caja;  afuera tenía mi coche con el tanque repleto de gasolina; Es cierto que iba borracho; es cierto que era la primera vez que te besaba, incluso la primera que te dedicaba una palabra; es cierto, sí.
Ni idea, me dio por ahí, en las noches parecidas a las de San Juan…



Por fin soy yo mismo.
Tú dudaste; pero la duda no se alargó demasiado, pronto estabas recogiendo lo de la caja, 1200 dólares no es nada. Pero es que no importaba. Yo no era pobre, al contrario.  Sólo quería sentir adrenalina.

“Llámame miserable”, te pedí.
“Llámame miserable.”

“No puedo”, me contestaste, “si fueras más miserable que yo, no estaría sentada aquí contigo, de camino a Méjico. Si fueras más miserable que yo, no me habrías dicho que sólo lo haces por la adrenalina, que no necesitas esos 1200 dólares”

“Eres solo un rico aburrido”

No supe cómo sentirme.  Si bien no me acabé de encontrar feliz, la tristeza nunca existió desde el momento que comprendí en que el dinero no era un problema para mí.
Digamos que emocionalmente me hallaba en un punto medio, de camino a ninguna parte. Justo igual que aquella noche, contigo, huyendo hacia ninguna parte con esos 1200 dólares encima. Si no hubiera tenido toda la fortuna que tengo detrás, quizás no me hubiera atrevido a hacer lo que estaba haciendo.
Me dí cuenta de que queriendo escrutar los entresijos de mi existencia, había desbocado en un sinsentido perfecto y deduje, por deducir alguna cosa, que la vida no está hecha para que la entendamos.

Después de aquello, te besé liberado, te acaricié el pelo sin pensar que eras otra, me mullí en tus labios sabiendo que solo eran tuyos. Te di todo mi tiempo y te dediqué todos mis sentidos, pudiéndome yo encontrar, notarme en un punto concreto, definido, nada difuso, a diferencia de lo que venía siendo mi sentido hasta aquél momento.

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