Me duele el pecho, y sospecho, o mejor dicho SOSpecho, que me voy a morir antes de lo previsto. YA he hablado otras veces de los millones de muertes en vida que acaecen en el mundo occidental hoy en día sin que nadie se de cuenta; tan integradas estas defunciones espirituales en la dinámica urbana, en nuestro estilo de vida, apenas se perciben como los grandes problemas del siglo XXI que son.
Cientos de veces habré dado con la solución, que no es otra que hallar un referente absoluto en nuestra existencia, como puede ser el mar. Dios me libre de olvidar alguna vez, que si algo va mal, he de correr hacia la costa y pasear mojándome los pies. Ojalá lo pudiera hacer ahora mismo. Estoy harto. Son más de dos años enfermando de sopor, y sigo sin remediarlo porque hay algo que me impide romper con mi actual estilo de vida: Mi grupo de música, en el cual deposito tantas esperanzas.
El problema es que a medida que los días pasan, el objetivo principal de la banda, en vez de aproximarse, se desplaza hacia el horizonte a mayor velocidad. Eso me desanima. Me desanima mucho. Mírame: a las puertas de los 28 cuando creo no haber cerrado aún las de los 27. Así ando yo, abriendo tantas puertas como puedo, pero sin cerrar ninguna. No es bueno.
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