En las caras de ellos veo cosas que no se reflejan en la mía; viajan a otra velocidad; No toman cigarrillos por la frente, no pasean apoyándose permanentemente en las paredes abiertas, restregándose sobre el color rojizo de los tochos del ayer. No respiran la fidelidad a los valores de antaño; no se saben columpiar; caen, estas caras descoyuntadas sobre un lodo jodido porque esta en el parque del centro; Lloros con el alma? Qué van a saber ellos?
Claro, yo sigo restregándome por la paredes, los hospitaletes van pasando, sucediéndose a mis lados; las luces cada vez son más amigas, las personas me parecen más pasajeras que nunca. Las farolas mis confesoras, y sus caras, que van a una velocidad inimaginable, no fuman por la frente. Nunca lo harán; ni tampoco se restregarán por las paredes abiertas. Un poco de terciopelo y piernas cruzadas; El calor del hombre me parece repulsivo; no tengo más que angustias reservadas para ellos, no tengo más que ganas de amortiguar, amortiguar todos los movimientos que las caras provocan a mi alrededor. A veces no soy capaz de seguir haciendo algo tan sencillo como respirar, convivir, reír. Las paredes se derrumban con facilidad, las respuestas, cada vez me canso más de fingirlas, cada vez soy más yo, y eso me acerca al precipicio de la eterna incomprensión. Caras que me miran, y la extenuación aparece en forma de permanentes justificaciones; equilibrios permanentes, trabajo extra para mi cerebro.
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