Sé lo que muchos piensan. Que más que el cielo caer sobre mí haciendo añicos todos mis huesos, soy yo el que me empecino en chocar incontables veces contra un suelo que no puede ser más bajo.
Hay otros que no piensan eso. Hay, porsupuesto, los que no piensan en mí. Participaron todos de un trecho conmigo; sus destinos y el mío se tornaron uno solo al cioncidir. Las ruedas siguen ardiendo, el caucho se huele aquí y en muchos otros lugares. Me despojo de lo enclaustrado en el tiempo. retengo algunos detalles de cada cosa. No puedo elegir qué recuerdo.
Y al final, las ruedas siguen girando, quemando caucho. Cada persona construye su vida. Quién lo diría. No me pregunto en qué creen que me he convertido. Ya lo sé. Me pregunto si es normal esto de guardar figuritas del modo que yo lo hago. Cada pieza de porcelana pertenece a un recuerdo que a veces nisiquiera se corresponde con la cara de alguien. A veces retengo mejor la sensación de un espacio, que la esencia de la persona con la que lo compartí. Debería preocuparme la poca estima que tengo por algunos seres humanos? No lo creo. No les deseo nada malo. Solo quiero que no me molesten. Yo no pienso molestarles tampoco.
Veo que la gente avanza hacia algún lugar. Avanza hacia sus objetivos. Lo respeto, pero no puedo soportar que crean que sus objetivos son comunes para el resto de personas.
veo cómo giran las ruedas de cada cual. Algunos tuvieron momentos íntimos conmigo que ahora parecen no recordar. El roce, el tacto, el contacto pasajero de dos manos... cada uno le da la importancia que quiere; yo ando buscando un denominador común. Una raíz. Algo sagrado que no se pueda obviar. Un entrelace, por nimio que sea, de dos entes que se perciben autónomos durante su propia existencia.
Es entonces, al imbuirme en esta cruzada, que llego al lugar de la tristeza.
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