Monday, October 07, 2013

Los sueños húmedos de Arkansas



A veces me siento como un monstruo de voz ronca, como un caracol que avanza con maletín, me rodeo de patinadoras con triquinis de licra, ellas me ecoltan, yo me mantengo estoico; estoy por encima de las vicisitudes; necesito tener romances como quien necesita beber agua. Necesito montar nenas como quien necesita respirar; a veces me siento como una enorme nave espacial que debe acoplarse en la estación nodriza. En una especie de película pornográfica de presupuesto bajo, plagada de situaciones cotidianas. Una oficinista me pregunta si puedo repetir mi numero; una oficinista me pregunta si quiero tener cyber sexo con ella, a veces me siento salvaje, me siento can, me siento perro inconsciente, obcecado en algo que va más allá del coito, pero no sé qué es ni me importa. Quizás por eso, mi rostro permanece inexpresivo. Mientras follo el sol cae, el sol cae, la aurora amanece, la tranquilidad se hace, la noche sucede; el viento sortea los arboles, los ramales cantan, las cigarras acompañan, paso de lo más básico a lo más espiritual afortunadamente obviando mi parte humana. Mi parte huma es un traspié en el circuito, no cabe duda. Hacer el amor, me lleva a la parte más animal, y a la más espiritual por partes iguales.

Porque para romanticismo ya tengo otros momentos. Tengo otras músicas, otros tiempos. Puedo querer quererla en otro plano, otra dimensión; en aquella donde las gotas de lluvia la empapan porque no puede abrir su paraguas. “Hablo de ti”, le digo, “hablo de ti”. Es entonces cuando soy torpe y dulcemente humano. Inocente humano. Es entonces sólo cuando merece la pena seguir en esta piel.


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