De pronto me vi, como diría aquél, a las puertas de una
debacle. Sin haber dormido;
completamente superado por mis nervios, colocados ellos a flor de piel, con la
sensibilidad de una nena en periodo premenstrual, te lo aseguro, como un suegro
la primera vez que se queda a solas con su yerno, mucho peor, si cabe, como un
harapo mal tirado sobre la cama, harapo que poco antes había recibido el poso
de algún tropezón de su usuario, que ahora caía rendido sobre el mismo colchón.
Lo que ni en mis peores sueños habría imaginado, estaba a
punto de suceder.
Yo, contra Delvizius. ¿El campo de batalla? Un bar, un
jodido bar en el otro extremo de la ciudad, allí donde sólo los inmisericordes pueblan avenidas. Travesías
ajadas, anchas y planas.
Apenas pude preparar el repertorio, ese era el mayor de los
problemas. Bueno, ese, y lo comentado antes, la falta de sueño. Mis manos
sudaban a 4 horas vista del espectáculo. Incluso la mujer que grita había confirmado
su asistencia. ¿Qué coño significaba aquello? ¿De qué manera iban a colisionar
mi mundo más intimo con el más alejado de lo que soy naturalmente, el mundo
laboral?
Todo lo sabríamos pocas horas después.
No comments:
Post a Comment