En los días como hoy , me como el codo de un bocao. Mi
propio codo. En casa soy un extraño más; mi hogar es el de los demás; a veces
los míos, a veces otros. Mi intimidad es violada un día tras otro; pero ya
llevo tanto tiempo así que he olvidado el dolor; ya no me acuerdo ni de mi
propia persona, de mi alma, de la facilidad que tenía para entretenerme yo sólo
con mis reflexiones. No recuerdo lo que me han llegado a fortalecer; ahora por
la falta de tiempo, de la profundidad he pasado a la superficialidad; cuatro
frases, cuatro recursos para que la gente crea que estoy bien. No tengo ganas
de discutir con nadie. No tengo un puto minuto para recrearme en mis lamentos; ni
un hueco para homenajear los tiempos pasados en forma de qué sé yo; ya sea una
canción, ya sea un miserable pensamiento. Es ahí donde me hallo, Picallo, es
allí donde me hallo. Porculizado permanentemente. Mi esfínter se ha dado, es
como un paracaídas permanentemente abierto. Ya desconozco el término “contracción”.
Ya no puedo retener para después estallar. La mierda siempre es la misma, cae
con la misma intensidad, gotea regularmente, pastosa y sin carácter.
Es febrero, ya sé que si no me siento triste durante este
mes, no me sentiré triste ningún otro. Pero es que no solo me siento triste,
es que me siento vacío. Y ese es el verdadero problema. Todo me parece cada vez más de broma y menos
importante. Me alejo de mí mismo. Ya no retengo mis ventosidades, y sin
embargo, eructo con más remilgos.
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