Uno de marzo es mi última noche en Madrid. Sus calles se me mostraron lluviosas, y bajo la lluvia caminamos juntos. No con demasiadas espectativas, justo antes de verte.
Pero viniste con una sonrisa brillante.Cuando te vi, ya me estabas machacándolos huesos con ella. Qué afortunado fui de que fueras así como eras. Nada se podía mejorar aquella noche. Era una buena sonrisa, por lo que fuimos a dar un buen paseo. Las calles estaban húmedas, en los suelos de las plazas de la capital brillaban con fuerza las luces de neón reflejadas. Caminaba en una ciudad que no conocía apenas con una chica que no conocía nada. Me pregunté a mí mismo que si eso no era lo que buscaba en mi vida, qué coño era entonces?
Por eso entramos a un bar vacío y me animaste a bailar. Yo te traté de hacer caso al principio con muchas dudas, pero con tu gracia me sacaste de mi letargo y acabé siguiendo de cerca tu estela en la pista. La manera en que jugamos a buscarnos fue divertida y excitante. Todos te miraban por tu manera de bailar, tú lo sabías. A mí me gustaba porque tú solo me mirabas a mí. No supe en ningún momento cuando tocarte, pero tú me ayudaste. Se agradeció. No solo bailaban nuestros cuerpos; también las miradas lo hacían. Bailaban, disparaban, sorteábamos. Poco a poco nos fuimos reconociendo por fin. Poco a poco corrimos el velo de acero del que te gustaba presumir; las dudas, en forma de primeras expediciones por nuestros cuellos, se fueron disipando.
Da igual seguir, la lluvia es la única que nos conoció a los dos juntos. Empezó a caer cuando estábamos en el banco de la plaza. Algunos chavales desperdigados apuraban los últimos tragos del eterno botellón madrileño. Pero incluso ellos desaparecieron cuando vino la lluvia y nos mojó el banco.
Desde el principio dijiste que te gustaba que la lluvia te cayera encima. Mucho antes de que ella hiciera acto de presencia, incluso. Y pareció que si alguna vez hubo destino, este por fin te escuchara; lo ves? Quién escribe lo que nos sucede? poco antes, en el bar, habíamos estado hablando de ello. No lo tuvimos nunca demasiado claro. Solo decías que con 60 años tratarías de seguir reventando las noches. Me gustó cómo sonó.
Supongo que son las ideas de una chica de la otra parte de Europa; ideas fruto de profundas reflexiones. Ideas de la parte reflexiva de Europa, que se mezclan con la incursión en tu vida de la desbocada noche de la capital. Y así sale lo que ahora eres.
No te llegué a comprender. Tú a mí tampoco. Estamos solos. lo sabías tan bien como yo. Me dijiste que morirías como nacías y como estabas viviendo; sin nadie. No lo dijiste preocupada, ni tampoco para hacerte la interesante, lo comentaste con una sonrisa en la boca. Supe que ibas enserio cuando pagué la cuenta y tú ya estabas afuera fumándote un cigarrillo. Supe que lo decías enserio cuando no hablaste de lo que nos estaba pasando; cuando no me preguntaste si nos íbamos a volver a ver, cuando te dije que no entendía porqué te tenía que conocer en Madrid.
Tú solo dijiste que no pasaba nada.
¿No llueve a gusto de todos nunca?
Esa noche llovió a gusto de los dos, creo.
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1 comment:
un buen relato, sin inicio ni final claro. lo que es el puro nudo.
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