Me he de ir lejos, muy lejos de allí donde nací, de la tierra que mejor conozco. Me he de ir lejos para sentir la fascinación dormida o para reír sin pensarlo.
Cada vez lo tengo más claro.
Explorar el ultramundo.
Desde el respeto, desde la lluvia que cae en su pelo, desde su tranquilidad cuando camina.
Y yo, títere del mismo viento, apunto hacia donde apuntan las gotas.
Ella no llevaba paraguas ni nada de eso. Ella preguntó más de lo que creía. parecía interesarle lo que le contaba. Contaba justo las gotas que caían encima de su abrigo, ella empezaba a estar calada, pero no se quejó de la lluvia.
Me gustó su sonrisa, o cómo sonreía. No tenía ningún problema en pasarlo bien. Cuanta mierda a mi alrededor, pienso a veces. Cuanta gente que no escucha, cuanta gente que solo quiere explicar sus problemas, cuánta gente que se cree más incomprendida que los demás, cuánta gente dice "no, da igual..." para rogar por una pregunta cómo "qué te pasa?", cuanta gente portadora del sentido negativo del egoísmo. Cuanta gente que no ve más allá de sus narices...
Y allí estaba ella para recordármelo. Para recordarme todo lo malo de tan buena que es.
De nueva Jersey, de Tahilandia o de la China... qué más da... yo que pensaba que sería la que más hablaría, la más estúpida de todas... Y va y las alecciona... a ellas y a mí detrás. No me explico cómo fue una velada tan agradable. Cómo se pasaron las 3 horas volando. Casi perdemos el metro... pero podríamos haber seguido charlando tranquilamente.
Qué encuentro tan respetuoso, quizás algo formal. Pero yo no estoy hablando más que de lecciones bien dadas. Hoy he aprendido cosas buenas e ilusionantes. Fuera de estas fronteras la gente se escucha más.
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