Friday, November 24, 2006

Esquela 41: Repentino despido

Alex y Sara son los primeros que extrañaré.
Con ellos me sentía bien. Era lo que necesitaba al llegar a casa. Una relación natural con gente agradable. Eran diferentes entre ellos, pero ambos me trataron como la persona que soy: Una más en este mundo.

Yo tengo dignidad.

Os echaré de menos, amigos. Creí que nuestra historia acababa de empezar, y ya me empiezo a acordar con cariño de las noches frente al televisor, o charlando de cualquier tontería.

Ya pienso en ello con gracia, mientras disfruto de las horas más amargas desde Garamond.

Me han despedido. Me han rescindido el contrato. Tansiquiera he llegado a los dos meses. Hijos de la grandísima Puta.

Me trasladé de Barcelona a Tarragona, aceptando el reto que me propuso Ramón, responsable de la empresa. Y no me han dejado ni intentarlo.

Ahora heme aquí, con el examen práctico de conducir a la vuelta de la esquina... Pero yo ya no tengo nada que ver con esta ciudad. Una bonita urbe que se ha empeñado en ponerme la miel en los labios a través de sus callejuelas y plazas romanas, a través de sus Fórums y anfiteatros, a través de sus magrebís cybers.

Y ahora me voy, pero antes, leo mi última esquela, "brainstorming". Tiene cierta gracia. La escribía ayer mismo sin pensar que hoy me darían la carta de despido acompañada de una patada en el culo.

Bueno, solo sé que me apetece vivir solo, y que no quiero caer en la rutina espluguense otra vez. Sabes, ahora mismo, deseo encontrar trabajo en Madrid y convertirme en el fascista más asqueroso del mundo. Para joder a la estirpe de negociantes catalanes que tan mal me han tratado.

Aquí, en la provincia de Tarragona, se encuentran los buenos gestores, los buenos empresarios... ahora ya sé porqué. Porqué no les importa tratarte como mercancía de mierda. No ven tus ojos ni tu cara. Solo les importa si les haces ganar dinero suficiente para seguir manteniendo su yate en el puerto, o para reformar su baño y plantar un yacuzzi. Lo más jodido es que no es culpa mía. No me lo he ganado. No me han dado la oportunidad de demostrar nada.

Con la máxima frialdad me han entregado esta carta.

Y todavía quedan cinco horas para salir de este agujero que es esta mierda de agencia de publicidad.

Me voy a acordar toda la vida de estos bastardos. Ninguno de ellos me trató ya de inicio como una persona.

Solo tengo que decir adiós a Tarragona, a Alex, a Sara y a Emilià, mi profesor de prácticas. Ellos son los únicos que me han enseñado algo.

Lo demás lo he aprendido por mi cuenta.

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