Monday, September 11, 2006

Esquela 27: Las intenciones de mi corazón

Los cuatro por cuatro han ido desapareciendo por el horizonte seco y solo quedan ya, arqueándose sobre ellas mismas, creando irreverentes y complicadas figuras,
las crestas de polvo.

Complacido a madias, porque toca tratar de caminar un poco más allá. Tú me lo has dicho, y nunca he estado tan cerca de creer a alguien. No me has pretendido enseñar nada.

Eso es bueno, dado que me has desnudado y yo me he sentido bien andando en cueros. Tenía asuntos que recorrían tu espalda. No los saldé como Dios manda, pero por el camino que marcan las curvas de tus caderas iban apareciendo otras misiones ocasionales que sí fragüé con éxito.

Yo no sé si alguien entendería un guión de una película tan enrebuscado. Pero es lo de menos. Si tu crees que a veces te hago sentir como en un largometraje, yo tengo más que suficiente.

Aunque ese filme sea una comedia trágica y cruda. Siempre vas a tener muchas connotaciones colgadas de tus gestos y de tus medias palabras. Y si alguna vez me escuchaste a gusto, joder, ya has llegado muy lejos.

He estado pensando en que nos vayamos juntos a Brasil. Nos puede recibir allí Joao Costa, el predicador de Castelho. Soy el nieto de Don Jaime Belloso, aquel viejo que conocieron siendo un niño, y al que abren el corazón con sorprendente facilidad los lugareños.

He pensado también que no nos tendría porqué molestar que nos recibieran en la Facenda do Centro con una misa y con palmas. Nos harían pronunciar unas palabras. Trataríamos de llenarles de orgullo el alma, y después tendríamos tiempo por fin para perdernos; ya sea en el amazonas, ya sea en nuestros propios cuerpos.

¿Cómo creceríamos allí? No tiene importancia pensar en lo que vendrá después e lo que venga. Solo trato de que no me pase factura la vida. Y eso solo se puede lograr si nos vamos juntos a Brasil.

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