Tuesday, June 27, 2006

Esquela 21: Confesiones de Paul

Todo el tiempo diciendo que no me importa. Todo el tiempo diciendo que me da igual.

Supongo que muchos recordarán de mí esas frases.

Y yo entonces temeré haberles sido de poca ayuda. Más que eso, temeré haberles dejado tan vacíos como cuando se dirigieron a mí por primera vez.

No me importa, me da igual.

Porque nunca tengo ganas de marcar a nadie ningún camino. No tengo ganas de explicarle a nadie nada que le condicione, así que para muchos soy sencillamente volátil.

Pero me da igual, no me importa.

Y ello no significa que no tenga cosas que contar, que no tenga opiniones formadas, que no sea capaz de explicar mi propia versión de los hechos.

No, en absoluto. Si me lo pides, yo te lo cuento, te cuento qué me parece una cosa, o qué me transmite. Y si no soy capaz de decir porqué me gusta esa cosa o por qué me parece bella, no es por falta de criterio. Es porque no me quiero meter en berengenales. Y también porqué me parece estúpido creer que hay un motivo racional que me lleve a querer más “esto” que “lo otro”. A escondidas sé maravillarme de los asuntos, pero no sé por qué me maravillan.

Es quizá el movimiento en sí, el choque de los cuerpos, o la disipación de la energía. Es la transición entre los vasos del amor.

Algo horrible puede ser tremendamente bello.

Así que es normal que todo me dé igual y que no quiera mover un dedo para que tú cambies de opinión. Y me gusta que me halaguen, pero desde la distancia y con precaución. El cariño a menudo se confunde con las caricias enmascaradas que lucen por verdadero rostro un ruego.

Sí, por que nadie sabe donde empieza la felicidad propia y acaba la de quien te profesa amor. ¿Somos todos uno? No, no, no es tan perfecto. Más bien somos uno cuando tenemos a otro que nos completa. Y eso es egoísta y real.

Soy egoísta, por eso me da igual todo, me parece bien todo.

Y a partir de esta primera afirmación, esta primera certeza, decido cambiar a escondidas porque mi ego no merece la pena. Me entrego a las reglas sociales y les ofrezco total sumisión. Pero sin hipocresía alguna y siempre con el corazón en un puño.

Intento no dañar a nadie y seguir los caminos tal y como me los muestran. Tratando de tomar el menor número posible de decisiones. Me remito al mar. Si tienes preguntas acerca de mí, pregúntale a él, sí, al mar, que seguro que te contesta más intensamente que yo. Y te lo explica con mejores palabras.

Mi meta es ser obvio, como querría cualquier asceta. Es más bien una utopía. Por eso me convierto en el propio monóculo transparente por el que mis restos de persona echan un vistazo al mundo. Mi condena es tener esa virtud: Mantener la intrínseca podredumbre humana dentro de un receptáculo de cristal, que son mis aspiraciones más insanas. Y poder ver, desde allí dentro, como vamos degenerando poco a poco.

Yo soy un espectador de lujo y acepto este secreto a voces. Acepto y me resigno ante nuestro sino.

No comments: