Tuesday, June 13, 2006

Esquela 19: Romance peleón de verano

Me levanto de la cama sudando porque hace un cojón de calor. En mi cabeza se repite la misma música con la que ayer me dormí. Voces cristalinas que me hablan de la espesura de los días que vendrán. Tiene gracia.

La única buena decisión que tome ayer es irme a la cama desnudo. Hoy no me molestan los pantalones al desperezarme. Voy despeinado por el piso. "Por lo menos estoy solo", me digo, mientras me acerco a la cocina. Me ha ido invadiendo el frío de una mañana nublada y poco bochornosa. Es extraño, sí, pero mi cuerpo es débil y emana poca luz. Pronto me moriré.

Llego por fin al la parte de lo que antes fue el lavadero, me siento, pongo la tv. Sintonizo “la mirada crítica” y de ese modo alimento mi odio hacia alguna cosa. En este caso hacia Madrid. Siempre es bueno odiar algo. La cuestión es saber qué odiar. ¿Quién no odia? Supongo que alguien recordará el capítulo de los Simpsons en que Net Flanders descubre que todo su rencor estaba anclado en el pasado, fruto de la relación que tenía con sus padres…. Mala elección, Net.

Hoy paso de los Doo Waps y me como unos bollos de la Bella Easo, y por fin noto como empieza mal del todo el día: sigue sin salir el sol, y las voces cristalinas permanecen en la mente.

Hay algo sucio en mi alma y no sé bien qué es.

He de estudiar, he de estudiar, me levanto de la cocina, me calzo unos pantalones por fin, y paso de la ducha. Me siento frente al ordenador, y decido ponerme a leer los apuntes sin pensarlo. No lo consigo…

Hola, me estoy tratando de concentrar, pero mis ojos me decepcionan.

Hago cualquier otra cosa que esta por encima del bien y el mal. No entro en detalles. Poco después, he alcanzado la máxima mugre espiritual. Maloliente y desdichado, voy viendo como empiezan a saltar a la pantalla de ordenador pequeñas ratitas que me explican que no me preocupe, que ellas pensarán por mi de ahora en adelante.

Me hablan de todas las series de la mañana.

Como siempre, me pido ser feliz como nunca. Soy codicioso y aquí sigo, escribiendo y sin estudiar. Vacio por dentro y por fuera.

Hola, me estoy tratando de concentrar, pero mis ojos me decepcionan.

Formo parte de la historia mundial como un pequeño engranaje de una cadena descomunal de diminutos acontecimientos que esclarecerán para algunos afanosos intelectuales algún pasaje del próximo testamento que el Elejido escriba.

Sí, almenos formo parte de una historia… Quizás mis manos también quieren recibir el reconocimiento de mi cabeza. Voy a empezar por darles las gracias a ellas. Después exigiré al superior que deje de romperme las gafas.

Después de no ser nadie o ser el cuarto de la mitad de una historia reflejada en un puto pasaje de la próxima biblia, me encomiendo, más que a los santos, a una esperanza independiente, resuelta y abismal: me encomiendo a la Imaginaria, trampolinizado por la música que ahora escucho.

Homenajeo a quien me angustia, que es la mujer sin silueta que debe recuperar algún día su forma original, -arrancándola de los valles y desiertos a los que tanto aludo- encumbrándola, así, con la fertilidad de la tierra húmeda y bienoliente.

Sí, sí... ¡Quién encontrara aquél compendio de elementos naturales significantes y lubricantes para el alma! ¡Quién encontrara el último vestigio de la tierra pagana! Yo me agarro a lo más alto del último mástil de la goleta que naufraga esperando a que aparezca.

Voy a morirme ahogado como los demás después de todo. Una mujer así no existe.

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