Dime, le dije, dime que nuca habrá una puerta entre nosotros
que se cierre definitivamente. Dime que podremos saltar por la ventana, dime
que habrá un tejado común, una lanzadera secreta para nosotros dos. Dime que
estás tan segura como yo, de que no hay nada seguro. Dime que tengo derecho a
soñar contigo, dime que después de todo, hemos ganado algo maravilloso. Dime
que aunque suene a mariconada, miras las estrellas y piensas en mi, que en tus
tiempos muertos te acuerdas, igual que yo, de instantes que te desbordan la
emoción. Dime que tengo derecho a hacer algo más que limitarme a recordar.
Nos hemos dado cuenta de que vida solo hay una. Y eso nos ha
llenado de miedos. El tiempo se clava en la piel, y decidir nunca se me ha dado
bien. Menos aún borrar algo que es mío.
Pero sentirme legitimado a relamerme en lo que me has regalado, me cuesta mucho
si no estás cerca. No puedo, aún retengo la intensidad de tu presencia. De tu
olor. A veces se hace muy cuesta arriba todo. Deja que piense que puedes
disfrutar también sola. Dame permiso para imaginar que vuelves aquí después de
un largo camino. Déjame fantasear con la idea de que nunca en realidad te he
perdido. Que en el fondo los dos tiramos de manual. Que sabemos que siempre va
a continuar ahí esa ventana, o esa puerta que nunca se cierra del todo.
Conseguí tenerte como alguien con quien no había una sola barrera. Con quien me
podía vaciar. Con quien me acerqué al valor absoluto en una suerte de unión.
Claro que te quise, coño.
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