Monday, July 07, 2014

Quedándonos

Tmuriel el pera da el último repaso a su magnífico proyecto. Mis amigos me preguntarán si estoy orgulloso de haber formado parte del mismo.
Yo les contestaré que “estar cerca de alguien” no significa “trabajar con alguien”.
En los días de verano como el de hoy, la lluvia cae empañando la ilusión. Aún así, desde la tecnología más pura, subsisto.
Etoy cansado de ser ignorado, cansado de perder mi talento, cansado de marchitarme en vivo.
Menos mal que la tecnología está de mi lado.
Por eso mismo, decidiré comprar una casa en la calle de mis verdaderos maestros. Un piso alto y con luz, donde el sol se refleje sobre las piezas metálicas de mis coches en miniatura. Ha de tener un parquing grande, con una rampa pronunciada y en curva. Ha de vivirse la navidad y el invierno calar de forma intensa incluso en estos días de calor. En la juguetería, entraré por primera vez más como padre que como hijo. La balanza, se va inclinando inexorablemente. Y como tributo a los mejores videojuegos de mi vida, me planteo tener un retoño.  Será una manera distinta de vivir lo de siempre, comandando un muñequito a través de las mismas fases que hoy me sustentan.
Eso, hay padres que no aciertan a entenderlo.


El gris, tapado cielo, pesado, denso. Aquí, también sabemos sentirnos tristes, que no os engañen. El cielo, a ras de piel, machacándote los huesos, apretándote entero, estrangulándote, y el alma se te sale por la boca; no hay otro lugar. Muy pocos lo saben, y los que lo saben, no se molestan en contarlo. Pero la certidumbre, al final del camino, existe. Y aunque no se pueda contar en palabras, es reveladora. 

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