A veces, siento que el sol rueda
por mi nuca, siento que me abre entero y me abrasa las entrañas. Podríamos decir
que es un estado de sitio, aquel justo en el que se desborda la felicidad de
uno, generando en su haber una suerte de histeria contenida. Contenida, pero
histeria. Noto que quiero estallar y desintegrar todo lo que hay a mi alrededor. Convertirlo en polvo. Quiero
ser el protagonista de mi propia vida, ser artífice el mejor shoot’em up que
jamás se haya creado. Colocarme detrás de la cámara subjetiva, ser yo quien
transite por espesos bosques cibernéticos. Ojalá, pienso entonces, ojalá mi vida se pudiera casar con mis sueños.
Ojalá se estrellaran con fuerza las ilusiones y las realidades. Ojalá cubrieran
toda la oficina con un manto de ceniza que convirtiera en piedra a todos los
que ya caminaban muertos en vida… ¿Cuántos de ellos quedarían a este lado de la
existencia? Supongo que aquellos con licencia para sobreponerse a la
inmisericorde rutina.
Que sí, que somos muchos, pero yo
sólo te quiero a ti. Verás, tú eres mi camino. No me preguntes porqué.
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