Friday, March 28, 2014

La deformación del tiempo


No sé, son las catedrales se extienden dentro del corazón. Su altura marca la anchura del torso de uno; se trata de espaciar lo espaciable hasta que se precie. Por ejemplo, el momento en que perdíamos el tren y yo te arrastraba, cogido a tu mano.  Entonces, en ese instante, el espacio se ensanchó, los sentimientos desbordaron la realidad y se esparcieron por alrededor. Es un golpeteo duro, que quiebra el hilo frágil que nos separa. Una suerte de accidente mediante el cual recibo un puñetazo en el estomago, a pesar de que solo me rozas con tu pelo mi frente.

Hablo de las catedrales que levantaron para congelar el tiempo. Hablo de estirar la realidad haciéndola sobrepasar su límite elástico. Hablo de rajarte el vientre.

Las noches dejan de ser noches, las horas cambian su nombre por el de las emociones, y los gritos amortiguados del vecindario -benditos gritos-, se tornan el escudo contra el que nos protegeremos de la deformación temporal. Parece que nada tenga sentido, pero es muy sencillo.


Piensa en la altura de esas catedrales. Solo tienes que pensar como se elevan por sobre tus costillas, como te abren en canal el torso. Eso mismo es la elasticidad del tiempo.

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