Wednesday, December 11, 2013

Lo que da de sí el maxilar


Sin embargo, allí donde la carga del estrés se manifiesta, es más la zona temporo-maxilar derecha, aquella que no ha sido aboyada tras el traumatismo. Es ese hecho, el que me hace pensar, que quizás tal y como obramos por naturaleza, no acabamos de encontrar la solución adecuada a nada. Sí, porque hoy en día, obrar por naturaleza es dejarse llevar. Nada que  ver con la idea de obrar CON naturaleza.

Hoy leía un artículo interesante sobre las reflexiones de la gente que se enfrenta a sus últimos días de vida. Me sorprende  coincidir con sus reflexiones de un modo tan preciso cuando, que yo sepa, la muerte todavía no me acecha a la vuelta de la esquina.

Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí.

Me ha dejado más que preocupado leer esto. La gente se suele arrepentir esto justo antes de marcharse. Entonces, en qué lugar quedo yo? ¿Cuál es, de tan alto, el grado de ineptitud que ostento?

Mi temporo-maxilar  me recuerda muchas cosas. Por ejemplo, que quise querer a quien pedí diagnóstico después del fatídico incidente. También me recuerda que a menudo, obrar por naturaleza no es correcto. Hay que hacer un esfuerzo frente a las corrientes venideras, que ya no son las que eran. Pues esas, te hacen creer que lo correcto es sobrevivir siempre direccionado a la competencia frente a tus semejantes, tratando de sobresalir para que los que te conocen digan que eres mejor o te tengan envidia.
“Hay que cultivar valores en la tierra para trascender de un modo armónico”, me atrevería a decir, desde mi humilde punto de vista de aficionadillo a la reflexión.  

Después de esto, pienso en ir a calafell, ese lugar metafísico donde desemboca mi desespero, pienso en eso, en una muchacha de 19 años, pienso en dar por culo a todo, pienso en la música, en mi galopante alopecia, pienso en que todo, absolutamente todo, fuera cortarse un brazo para dejar atrás la angustia que llevo dentro. Después pienso en el daño que nos inflige el sistema de la manera más vil, aplacándonos sin nosotros ser conscientes. Entonces espero a que digas que tengo salud y trabajo, que gano poco, pero gano. Espero a que digas que tengo juventud, mientras veo como te has convertido en otro lacayo de las corrientes, en un valedor de las condenas que nos imponen los grandes inversores del mercado, verdaderos dueños de nuestras vidas.





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