Sin embargo, allí donde la carga del estrés se manifiesta,
es más la zona temporo-maxilar derecha, aquella que no ha sido aboyada tras el
traumatismo. Es ese hecho, el que me hace pensar, que quizás tal y como obramos
por naturaleza, no acabamos de encontrar la solución adecuada a nada. Sí,
porque hoy en día, obrar por naturaleza es dejarse llevar. Nada que ver con la idea de obrar CON naturaleza.
Hoy leía un artículo interesante sobre las reflexiones de la
gente que se enfrenta a sus últimos días de vida. Me sorprende coincidir con sus reflexiones de un modo tan
preciso cuando, que yo sepa, la muerte todavía no me acecha a la vuelta de la
esquina.
Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel
a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí.
Me ha dejado más que preocupado leer esto. La gente se suele
arrepentir esto justo antes de marcharse. Entonces, en qué lugar quedo yo? ¿Cuál
es, de tan alto, el grado de ineptitud que ostento?
Mi temporo-maxilar me
recuerda muchas cosas. Por ejemplo, que quise querer a quien pedí diagnóstico
después del fatídico incidente. También me recuerda que a menudo, obrar por
naturaleza no es correcto. Hay que hacer un esfuerzo frente a las corrientes
venideras, que ya no son las que eran. Pues esas, te hacen creer que lo
correcto es sobrevivir siempre
direccionado a la competencia frente a tus semejantes, tratando de
sobresalir para que los que te conocen digan que eres mejor o te tengan
envidia.
“Hay que cultivar valores en la tierra para trascender de un modo armónico”, me atrevería a decir,
desde mi humilde punto de vista de aficionadillo a la reflexión.
Después de esto, pienso en ir a calafell, ese lugar
metafísico donde desemboca mi desespero, pienso en eso, en una muchacha de 19
años, pienso en dar por culo a todo, pienso en la música, en mi galopante
alopecia, pienso en que todo, absolutamente todo, fuera cortarse un brazo para
dejar atrás la angustia que llevo dentro. Después pienso en el daño que nos
inflige el sistema de la manera más vil, aplacándonos sin nosotros ser
conscientes. Entonces espero a que digas que tengo salud y trabajo, que gano
poco, pero gano. Espero a que digas que tengo juventud, mientras veo como te
has convertido en otro lacayo de las corrientes, en un valedor de las condenas
que nos imponen los grandes inversores del mercado, verdaderos dueños de
nuestras vidas.
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