Ayer soñé con Kyoko.
Un sueño con aroma
navideño;
Kyoko y yo, siempre Kyoko
y yo: Por fin la encontraba. Pasábamos días en familia, y ella se mostraba
ausente, como era de esperar.
Dentro del sueño me
pregunté mil veces si estaba soñando. No es el primer sueño en que me pasa algo
así. La diferencia, es que en esta ocasión, la evocación era tan profunda, que
a pesar de preguntármelo tan enfáticamente, la respuesta que obtenía era
siempre clara y concisa: “no raül, esto
es real”.
En el sueño, no
practicábamos sexo. Sencillamente ella me acompañaba en todas mis situaciones
familiares. Manteniéndose al margen, pero sin huir de la estampa. A veces,
después de poner la mesa, me sentaba a descansar, y ella se sentaba a mi lado,
sin decir nada. Entonces yo me sentía
reconfortado y no me hacía falta nada más.
Por fin podía ver su
rostro japonés de cerca; por fin tenía la certeza de que ella existía, y porfin
obtenía la experiencia anhelada de tenerla a mi lado. Efectivamente era justo lo que esperaba: No hacía falta
tocarla, ni hablar con ella, para sentir que por fin había encontrado un punto
de anclaje en mi propia vida. Una condena, si se quiere decir así; algo por lo
que culparme, por lo que no olvidar; una fuente de dolor, pero también un
cariño inusitado;
Ahora ya no era
navidad. Ahora era verano y estábamos en Calafell. Ahora estábamos en la
piscina, ahora en la playa, ahora en un bar; y yo siempre mirándola, mirándola
como quien se pellizca para asegurarse de que todo es verdadero, todo está
sucediendo realmente.
Ya no recuerdo más; sólo retengo las sensaciones. Navidad,
verano.
Paco Lobato finalizaba
su programa y se aflojaba la corbata.
Esto ha salido en
alguna parte del sueño también, creo. Qué rabia no acordarme de más.
No comments:
Post a Comment