Te juro que
hoy me la cargo. Llevo un par de semanas bien jodido. Harto. Desmotivado,
cansado, has los putos cojones de todo. Nada es suficiente. Absolutamente nada.
Echado a perder. Necesito otro tiempo y otro lugar. Voy a morirme. No tengo
ganas ni de escribir algo nuevo. Me pudro entre los podridos. Me quiero ir.
“Porco
Rosso, ven a mí”, me repito una y otra vez. O Los calçots de Vilafranca. Todo
siempre ha sido mejor que ahora. Mi teléfono no funciona para lo bueno
(escuchar música). Para lo mal sí funciona (recibir llamadas y whatsapps de
gilipollas).
No dejo de
preguntarme si merezco lo que me está sucediendo: El asedio es total. El asedio
al que me someten todos esos estúpidos es total. Abro la palma de mi mano. LA
extiendo. Encuentro lo que ha encontrado todo el mundo en la palma de su mano.
Entonces culpo a mis ojos. ¿Ojos, porque me habeís dado esta visión? Hoy más
que nunca quiero ser un gilipollas más. Quiero disfrutar del trabajo que tengo.
¿Tanto pido? Ojos, hoy no os alabo por esta visión. Hoy os maldigo. ¿Merece la
pena interpretar todo de la manera en que lo interpreto?
Yo creo que
no, voy creyendo que no.
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