La exoneración del ser no debería ser un derecho, ni tampoco
un privilegio. Debería venir de serie y sin tener que buscarla, como mecanismo
de defensa irracional.
De pronto, nos encontraríamos todos volando; oliendo
geranios en suspensión; Conflictos mentales habituales, que nunca llevan a
nada, no tendrían cabida aquí.
El compartir o dejar de compartir a tu pareja; el comer unos
genitales como quien come un pincho Yolado, el hoy, el ayer, el mañana; el
tener en la terraza aún más geranios. Pero son geranios que no se suspenden en
el firmamento.
No deberíamos pensar en cosas inútiles. Si nos dan tan poco
tiempo, que nos eviten pensar en cosas inútiles. Si nos dan poco tiempo, que
nos eviten el calvario de asomarnos a nuestro interior, para decidir si somos
seres libres o no…
Como una estrella fugaz, tan bella desde la distancia, tan
horrible desde cerca que su cola es el polvo en que se convierte su corteza, me
deshago progresivamente a la par que me quemo la piel… cada vez soy menos, y lo
menos que soy, más plagado de costra estoy. De mí lo más bueno es lo primero
que se llevan. Se lo llevan fácil y lo que más les cuesta, es la costra final
en que me convierto; la oscuridad de mis propios restos, eso es lo que acabo
siendo.
Esa estrella fugaz tiene tecnología en casa, pero a veces no
es una tecnología cómoda. A veces es traicionera. Se me petó el puto ordenador.
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