Thursday, May 16, 2013

Estoy sucio



En la ducha cae la sangre reseca, me descostro de las falsas heridas; la sangre que hay en mi cuerpo, no es mía, pero casi duele tanto como si lo fuera. El plato de la ducha es mi redención, mi entrega, mi causa; el mango de la ducha, el cordón umbilical que me lleva de vuelta a casa. Hoy me siento eternamente vivo, la oscuridad me abraza y el momento es tan difuso desde el principio hasta el final, que aquí caben videojuegos y religión en un solo cajón.

Me quito la sangre de otros de la piel;  Hoy quiero ser padre, tan solo para buscar ese momento en que te confiesas a tu hijo; en que le pides perdón por haberle traído a este mundo, ese momento en que te arrodillas ante tu extensión; y te pides perdón; ese momento en que partes la concepción; en que la sangre se espesa más que toda la tinta del mundo; El sabor metálico del rojo profuso en mi lengua; las operaciones y las enfermedades más diabólicas; los papeles del concurso; el dolor que he causado; Todo, aquí, en esta ducha, es uno;

No tengo dinero para contentarte, no tengo fortuna que compartir contigo; tu te quitas los calcetines con suma sensualidad, porque sabes cómo me gustan tus pies; yo pienso en la religión; en lo que me ha traído hasta aquí, y de nuevo en la confesión; en el momento en que me arrodillo frente al hijo que vamos a tener después de esta noche; El pelo negro y espeso; la ilusión entrelazada con la perversión; el olvido de lo correcto, de lo justo y de lo adecuado, la droga de dejar de ser humano; de sentirse un rincón lleno de mierda en la estampa última; Estoy en el lugar; Soy un caballo;  tesón entrega. Soy la máxima expresión del cansancio de ser humano. ¿Me puedo quedar con las emociones, por favor? Todo lo demás, lo devuelvo. 
Devuelvo mi cuerpo y mi alrededor; devuelvo esta mierda de gente; devuelvo esta mierda de tiempo; este espacio oscuro. Me quedo solo con la emoción de follarte, de tirar piedras y causar la muerte, como una luz que se apaga.  Me quedo con el pesebre de las sombras, con el temor de haberme mirado hasta el fondo.

Estoy en el maletero; en el maletero de mi propio auto. El que conduce vuelvo a ser yo; Quiero deshacerme de mí; quiero ver cómo me deshago de mi cuerpo; mancharme las manos de la sangre de otro, que soy yo; quiero ser  un perro de presa para conmigo; Apuntar como apuntaría un crío con la pistola de su padre; Ser ese mocoso que no tiene miedo de disparar, para poder meterme una bala en el culo. Hoy estoy muy, muy sucio; Y esta ducha no sé hasta qué punto cumplirá su cometido; Hoy querría empujar al hijo de puta que me empujó, para que se quedara atravesado en las puertas del ascensor mientras empieza a ascender. 

Puestos a pedir; me gustaría que de torso en adelante, se quedara dentro del ascensor, para ver su cara de incomprensión mientras sus tripas  se desparraman por la zona; No voy a seguir; hoy soy un caballo cuya linealidad y moralidad encuentra sólo límite en las palabras y su forma de dar sentido.

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