Cae agosto laminado; como una tabla de madera más; algunas virutas, de profesión follaputas, saltan graciosamente. El polvo se ondula, y el carpintero, que según muchos se llama José, ya ni repara en su propio trabajo. Tantos años haciendo lo mismo matan la curiosidad del más ávido de saber.
No han cambiado muchas cosas. Más de uno estaría orgulloso de oír algo así a estas alturas. El mundo está my mal, así que más vale pájaro en mano que ciento volando.
No lo sé. Yo lo único que quiero es ir a Tenesee.
Se aproximan 4 dás de fiesta. Si no puedo ir a Tenesee iré a Calafell e intentaré homenajearme. No tengo nada. Lo sé. Por fortuna no soy lo que tengo, si no lo que siento; Por todo lo demás no vivo. Veamos el octubre está lejos, pero ya se empieza a laminar también. Si consigo un poco más de dinero me comparé un coche, sólo un poco más. El objetivo es sencillo: Llegar a mi Andorra soñada. Hemos empezado son buen pie este otoño. Creo que conforme pasan los años, uno aprende a llevarse mejor con la muerte, y por tanto, con las estaciones que más se asocian a ella. Este otoño me está sentando sorprendentemente bien; la decadencia de la vida, este otoño me está sentando mejor que nunca. El mundo está mal, y yo hoy vivo en mi realidad mejor casi que ayer. Recuerdo a Jess por ser tan fugaz; recuerdo a Charlotte por ser francesa, recuerdo a Alice por ser dolorosa. Francia es condenadamente parda, crepuscular, malnacida. Son abominables, sus seres. Me dejan una huella horrible. Bueno, espera, también estuvo esa Tal Audrey, el armario loco. Ella no me quema en la espalda.
Pronto anochecerá. No tengo la necesidad de demostrar tanto como antes. Ahora quiero enseñar solo lo mejor. Sin complejos. Es hora de dejar de avergonzarse.
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