Octubre, los corazones negros se contraen, la enemistad perdura, aligual que los adoquines que alimentan el verdín. Octubre, las habbahs Negrahs parecen encontrar la simbiosis junto con los ambientes cálidos y acogedores.
Yo en octubre no hago más que llorar por dentro y tragarme mi propio sudor. Notar lo amargo que es el mundo, llevarme a mejor con la muerte; llamarla amiga… eso sí, sin hacerle feos a la vida. Octubre con gafas de pasta sería otro mes más. Pero octubre no está para mariconadas. Octubre vuela por encima de los demás. Todos lo saben; octubre le llega a uno hasta el fondo; con todas las historias anónimas de otros protagonista que sintieron lo mismo que yo, y que tampoco llegaron a firmar nada de nada. No firmaron un solo contrato.
Por encima de la enfermedad, del dolor, y del amor. Allí se encuentra el pico de octubre; eternamente sentado, muerto de cansancio, pero con los brazos abiertos para seguir abrazando, con la necesidad de abrazar pese a estar apunto de fallecer; así es octubre; lo más parecido a la nada; necesita de todo lo demás. Pero todo lo demás también sólo encuentra su sentido más puro cuando siente sus brazos alrededor.
Belfast, maldito Belfast, bendito Belfast; jodida moqueta; los niños, la leche por la barbilla; la falta de servilletas; el carbón, la permanente convivencia con el desespero; el desgaste de encontrarse con la perenne supervivencia. Pero también los campos yermos, la hierba húmeda, el viento que te punza, los deseos se mastican, se pueden masticar, los asuntos pendientes son las sierras que siempre vas a tener delante. Octubre se te mete jodidamente adentro. Debes hace esfuerzos por seguir respetando a tu propia vida; porque solo tienes ganas de irte, de marchar, de no volver ni saber nada de nadie más. Así es Octubre.
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