Los ladrones van haciendo su trabajo; tú los ves y no dices nada. Cada vez son más rápidos y metódicos. Igual que cuando fui a esa última disco en donde estabas. Eres la segunda parisina a la que beso, y no podía ser de otra forma, tienes un sabor especial. No entiendo porque estáis tan “por encima” de todo. Al final, parece incluso que choquéis entre vosotras. Es mentira; miento. A pesar de ser iguales entre vosotras, sois especiales e irrepetibles. Sois un muro por el que los ladrones como yo, no podemos trepar. Un muro frío y alto.
Allí estaba el muro; paredes de yeso extremadamente frías a pesar estar en pleno agosto. Voy a repetir; voy a treparlo alguna vez, voy a dejarme de hispanas de una vez. Voy a tener una piscina para los dos. Queridos amigos, me voy de casa.
Tú no estás, me has dejado vacío, pero ya me he topado con algunas que me han hecho lo mismo. Ya no lloro, madre, ya no lloro, pero tampoco me encaramo a mi dolor para escupir letras sentidas. Ahora lo que tengo es esto: esto me lo da una tía super guapa de París, que tiene un tatuaje en la muñeca. Pone algo en inglés, pero ya ni recuerdo el qué, así que imagínate. Anda, que vamos bien.
Hay algo a pesar de mi edad (ya 28 años) que sigue presentándose en mi corazón con la misma intensidad de siempre. Es California.
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