Defectuosa fue la implosión registrada el día de ayer a las 12.14 horas: El poder del “amedrentar” incidió en lo físico en exceso. Muy poco en lo espiritual. Por ello cucumber, como es habitual enfadado, cuando fue a coger el teléfono gestó una mala baba que se volvió en su contra: La compleja implosión pasó a clásica explosión. Explosión centrada en su mentón, por cierto.
Imaginaos el resto: Pedazos de babucha (ojo, no confundir: se conoce como babucha la saliva espesa de Cucumber mezclada con coágulos de sangre, carne y mucosidad), cucumber superado por el propio espectáculo que él ha generado, dando bandazos por los pasillos agarrándose con la las manos los hilos de carne que cuelga de lo que antes fue su quijada, como tratando de reconstruir lo irremplazable, con los ojos desorbitados, colmados de clamorosa incomprensión.
La vulnerabilidad es un factor que Cucumber suele ignorar, tan acostumbrado a danzar entre realidades… y ahora la jugada le ha salido mal, pues la desgracia se ha cebado en su parte más física y humana, y por lo tanto, más delicada.
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