En las aguas calmadas de entre los torbellinos me encuentro: un mentón me acompaña… Soy el pequeño que se encarga de las entregas; soy el nieto del telégrafo; soy aquél mocoso que se esconde tras las cortinas. Papá Mentón me permisea, me permisea aunque no exista tal palabra; Me enseña a valorar el reflejo de mi figura en el agua del pequeño lago del jardín. Soy el nieto del telégrafo y a menudo hago largos trayectos entre las chabolas del pueblo; atravieso mercados, plazas, las casas de los vecinos… Y entonces entrego el paquete a la mujer que revisa las calles entre visillos. Es la dama, la extrañad ama de la que aún no sé demasiadas cosas. Soy demasiado joven para entenderlo, me dicen los del pueblo; A mí y a los demás. Papá Mentón trabaja duro en sus grandes proyectos, levanta torres para que a los visitantes les quede claro que están en la mejor ciudad de oriente. Papá Mentón será sabio. Solo espero que el abuelo lo vea como tal, para que ambos compartan sapiencia en la habitación dorada. Yo tengo un nuevo coche teledirigido en esta edad de locos y me siento dichoso por no tener dolores de cabeza relacionados con chicas de mi edad. Aquí sólo perseguimos con la mirada los barcos que descienden por el río. Ellas y nosotros, ellas y nosotros… flotando río a través…
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