Wednesday, July 11, 2012

Encuentro en Carretera Cornellà


Unos niños echan una partida de gogo’s en la calle;  yo vuelvo de mi sesión de piscina y me aproximo a ellos: Allí están, jugando bajo el sol, cerca de la portería de uno de ellos. Me acerco un poco más, hasta que veo que soy yo mismo uno de los críos. Soy el que va tirar ahora.
Entonces me doy cuenta de que no me voy a poder perdonar, pues tengo demasiado de lo que expiarme. Sobretodo en estos dos últimos años.
Siempre me dije que iba a avanzar contra viento y marea, siempre me dije que te encontraría entre los retales de mi infancia, pero en línea futura. Siempre me dije que iba a romper las barreras, que iba a dejar rodar mi alma por ahí afuera…
Miro lo que viene siendo mi vida últimamente: Una cárcel para aquel espíritu al que prometí puñados de paisajes, cambiantes paisajes, permanentemente cambiantes.
No lo estoy haciendo bien, y aunque no te conozca, el olor de tu pelo empieza a ser demasiado intenso. Entonces, me acerco a mi amigo, que juega conmigo frente a su portería, y con los ojos llenos de lágrimas le pregunto si sabe quién soy. El sonríe y dice que si me sirve de consuelo, él tampoco se reconoce a sí mismo. Pero eso no me basta. No me basta con que la ruta natural sea la rendición. No me quiero comparar a los demás pero me siento tentado a ello. Por suerte mi cabeza fría me mantiene siempre al margen de envidias humanas. Y si no me mantiene al margen y éstas logran acecharme, me hace sentir como una mierda en el inicio de los momentos.
Que no estoy bien, le dice mi corazón a mi cabeza.

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