Podría haber cientos de neblinas, y el cuerpo seco, enredado en las telarañas, frío y abierto, debería caminar a través de ellas.
No se trataría de un adiós, se trataría de un hasta siempre, pues en ese lugar no existe más que la eternidad. Los recuerdos se espesan; se llegan a convertir en carne gangrenada; en un bulto que es ese mismo cuerpo seco que camina como un muerto viviente.
Eso somos hoy; hoy que dios nos ha abandonado, hoy que nos tenemos que enfrentar solos y sin ayuda a nuestro destino. Hoy debemos intentar aceptarlo; Aquí, y ahora, que no es otra cosa que siempre, sólo nos tenemos a nosotros mismos. Los más temerosos, se apresuran en construir recuerdos compartidos con otras personas porque son incapaces de encontrar nada cuando se miran frente al espejo de la existencia. Esas almas son estertores la envidia suya, y de la lástima más oscura mía.
Todos vagamos por el mismo desierto helado; absolutamente todos estamos igual de solos. Sin embargo, no todos lo soportamos igual. Algunos se van dejando seducir por el engaño muy poco a poco. Otros nos empecinamos en seguir el camino sin perder las primeras referencias -que decidimos-, serían las que nos mantendrían cuerdos.
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