Todo sucedió muy rápido. Fue muy extraño.
Cucumber no suele hablar demasiado conmigo a pesar de que trabajamos codo con codo. Suele estar en perfecto silencio. Suele PERMANECER sin más; que diríamos. Puede pasarse así horas y horas, hasta que de repente decide levantarse de su asiento para empezar la ronda. Es quizás por ese motivo que no me extrañó la harmónica paz que reinó durante la primera implosión.
No sé cuanto hacía que se había iniciado el proceso-el de la implosión-, pero seguro que había pasado ya más de una hora desde que Cucumber se sentara en su silla. Una hora y pico en perfecto silencio. Algo de lo más normal en su caso. Aún así, me dio por mirarle de reojo. No es la primera vez que lo hago. Cuando le espío suele andar mirando la pantalla de su ordenador, como cualquier mortal corriente, imbuido en sabe Dios qué clase de pensamientos. Poco más.
Pero esta vez fue distinto. Giré la cabeza y el proceso de desaceleración atómica ya se había iniciado; el gusano dimensional que conectaba dos espacio-tiempos alternativos comenzaba a ser una realidad. La manifestación de la implosión, según mi percepción (o la de cualquier humano) fue impresionante y sutil a la vez. Una clapa de la cabeza de cucumber que abarcaba su sien, se había contraído hacia un hipotético eje central de su propio cráneo. Lo primero que pensé es que la vista me estaba jugando una mala pasada, que era cosa de mis ojos, o de alguna clase de efecto óptico, pero poco después me di cuenta de que estaba convirtiéndome en un privilegiado por asistir por primera vez a la contracción del espacio-tiempo sobre un solo eje.
Sabe sólo dios el motivo exacto por el que sucedió aquello, pero me permito aventurar que fue fruto de un cabreo muy gordo de cucumber. Sí. Cuando ese hombre se cabrea es capaz de solapar calidades sensoriales distintas para el ser humano. Calidades como el espacio y el tiempo.
Y ahí estaba yo…
Cuando vi que una segunda clapa de cráneo se contraída hacia el punto central de la implosión, me vino a la cabeza la imagen de una superfice completamente plana cubierta de arena muy fina. Era como si por la parte de debajo de esa superficie hubieran hecho un agujero, por el que el flujo de arena se perdía, creando durante instantes preciosos hoyos que progresivamente iban agrandando su diámetro; eso es lo que pensé.
Aún azorado pero con la cabeza un poco más fría, me di cuenta de del peligro de la implosión que había generado cucumber: Si me alcanzaba quizás me transportaba a una dimensión donde incluso mi alma dejaría de tener sentido. De repente tuve el primer síntoma de exposición a la implosión: Noté que mis memorias estaban desapareciendo de mi cabeza. Mas que desaparecer, una extraña fuerza las arrancaba para llevarlas hacia el eje dentral de la cabeza de cucumber.
Tuve pánico, a nadie le gusta que le roben los recuedos.
Por suerte, los primeros pensamientos en abandonarme no tenían nada que ver con la comprensión de lo que estaba sucediendo, así que rápidamente me dirigí hacia cucumber, a sabiendas de que aquello podía significar mi final. Me dirigí hacia él con furia, como un jugador de rugby que se dispone a hacer un placaje. No fui directamente a golpearle en la cabeza, eso habría sido un suicidio, pues me hubiera absorbido sin dificultad hacia la dimensión desconocida. Apunté hacia su entrepierna. Tenía la esperanza de que si le arrancaba de ese diabólico letargo de un violento golpe, la implosión se detendría.
Y así fue.
Yodo se detuvo.
La lástima fue que cucumber no volvió nunca ala vida que conocemos. En nuestro mundo sólo era un cadáver. Pero quizá ni dios sepa en este caso lo que ha sido de su alma. Supongo que él mismo fue el primero en sufrir los efectos de la implosión que había creado. Yo detuve el proceso, pero no salve su vida. Es más. Los forenses que le practicaron la autopsia me dijeron que había muerto porque yo le reventé el bazo del golpe que le di y además una de sus costillas se fracturo atravesándole el corazón. Fíjate la fuerza con la que le di.
Ahora estoy en la prisión, a pesar de haberme tratado de defender diciendo que salvé el mundo del peordestino que le podía esperar. Nadie me creyó cuando hablé de la implosión. Debería haberme mantenido al margen cuando ocurrió todo. Debería haber dejado que la tierra y la especie humana con ella desapareciera de nuestra realidad.
Ellos creen ahora que estoy loco, pero pronto saldré en libertad. ¿Porqué?
Porque no hay nada que el dinero no pueda comprar, y ahora se creen que soy todo un artista, pues pinto cuadros que ellos tildan de impresionistas. Me llaman "el nuevo kandisnky". Pero yo sólo pinto lo que vi, lo que vi durante el proceso de la implosión: una haba que se contraía de la manera más oscura y amenazante que un hombre recuerda.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment