Hoy leía en el As que el gabinete de gobierno de Rajoy es prácticamente madridista en su totalidad. Sólo hay un atlético, un seguidor de las palmas y un perico, que según un participante del foro no es espanyolista, si no barcelonista.
El fascismo encubierto extiende sus redes a las puertas del 2012. A más de uno de esos ministros le gustaría traer consigo la pena de muerte y “aderezar” a algún radical catalán. Que no nos engañen. Estamos en un país en donde se ignora a Catalunya, y en donde los gobernantes de esta pequeña nación que somos, para más inri, son gilipollas perdidos. Como suelo, no hago bandera de catalanidad; no soy de esos. Los castells no me llaman la atención, las grallas me saturan el oído y las sardanas son lo más aburrido que una cultura ha parido.
Sencillamente hablo de un territorio maltratado por el choque de intereses, un espacio desnutrido por la falta de gestión de las grandes ideas. A veces porque no las hay. A veces porque no interesa que cuajen.
Sea como fuera, identificados los principales problemas, observamos que el más superficial, en este caso es el más grave: La dependencia de una España casposa y rancia que aunque no lo sepa, convive con Catalunya bajo un “ni contigo ni sin ti”.
No tengo ganas de escribir mucho más acerca de ello. Es un problema sencillo. Un tema de gestión del dinero, de respeto y reconocimiento ya no cultural, si no social. Vivimos sometidos a unos medios de comunicación centralistas que acentúan el problema. Y mientras tanto, nosotros no nos creemos nuestro potencial, y los de la capital se creen el suyo sobremanera. Y dios sabe que la fe mueve montañas...
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