Esta mañana soy una gran bolsa de amor a la deriva. Las directrices de mi destino son los anticiclones y los frentes. Así vago yo hoy.
No sé muchas cosas que sería mejor que supiera. No sé si le cancelarán el vuelo o no a la americana. Esto y más cosas.
Mi pecho es el pecho de una paloma hoy. Cargado de carne aviar y hecho una madeja de movimientos defensivos. Como cuando andaba por la calle una noche de un fin de semana cualquiera y un latin King me dijo que si me creía jesucristo y prometió rajarme insitu; levantó su puño y yo solo atiné a acojonarme y a recogerme mediante un gesto poco menos que ridículo.
Hoy voy un poco así por dentro, aunque procuro que por fuera no se vea mucho cómo la existencia me lapida a base de decisiones.
Siempre recuerdo la frase de aquél profesor mío de filosofía, que a su vez, él mismo decía que pertenecía a algún famoso pensador cuyo nombre no recuerdo:
"Los hombres estamos condenados a ser libres". Abrumadora verdad. De las pocas que llegan hasta el final del entendimiento humano. Esta frase es como la ola que más lejos alcanzó en la costa de nuestras realidades.
Me he de ir.
Lo que puedo dejar atrás, es una gran excreción colmada de nostalgia y espesura vital.
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