A veces pinto algo; una ciudad que limita con el mar... Cuento los barcos que aparecen en la línea y espero a ver si aparece niebla.
Recojo algo de las nubes y lo sacudo en mi retina, elijo el mejor ático y lo baño de color de noche; El estrés se torna distracción; te arranco la cara e incendio el ático; gateo por encima de tu nombre, o me sumerjo en las entrañas de la tierra. Contractualidades a parte marco el prefijo de tu ciudad. No me estás esperando, ni yo tampoco esperaba llamarte. tampoco es que me acuerde de ti a menudo. Sí, ya sé que por tu parte no hubo demasiado interés tampoco. Interés en una relación formal aunque pasajera. Sí nos fascinaron las diferencias en nuestros hábitos, las luces que reinaban en el cielo mediterráneo, o la manera de desfragmentarnos la cara mediante el fuego atómico.
Sí, pinté tus ojos y no esperé premio a cambio, repliqué a las nubes pronunciando tu nombre por enésima vez. No supieron éstas imitar tu forma.
No tengo una sola manera de respirar y he desarreglado todo. Un montón de navíos esperan al fondo de la vista, un satélite se hiere colisionando con mi séptima, octava y novena costilla izquierda, la vecina de enfrente vuelve a prender fuego a su ático y te conviertes en el mural que podría presidir mi habitación; coloco tu rostro en lo más alto de mi podio particular, los otros nombres, al lado tuyo, son como olas que luchan por alcanzar la permanencia en el tiempo que sólo la solidez de una roca otorga.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment