Ojo el cigarrillo prendido.
Se ha colado por la parte buena de la ventana y ya no va a rebotar ni va a caer entre tus piernas. ya no te va a quemar el tesoro mientras cambias de marcha. Menos mal.
Has lanzado con el último suspiro la última maldición.
Tratas de ver que hay delante y te cagas en todo por seguir sin ver nada del todo claro o del todo claro nada. Te cansas de estar así siempre, con las heridas en la espalda colgando. con los ríos de sangre invisibles cayendo con fuerza sobre el lomo, con la desesperación por compañera número uno.
¿a quién le puedes contar todos tus secretos?
¿quien te va a entender, más allá de aquellos que te escuchan?
Crece, todo crece. A su manera crece. Tú no pretendes nada en concreto. No pretendes condicionar. Quizá ese fue tu error de base. Así no se llega a ningún logro profesional; ?quién no quiere condicionar? ¿quién quiere llegar a algún lugar de este modo?
A veces has de pisar el acelerador. Aunque sea un acelerador que se nutre de almas ajenas.
¿es eso, no?
No puedo ser tranquilamente yo. Me desvanezco en un lugar sin dueños pero privado.
Y van pasando las horas.
El tiempo muerto, cuando duele mientras te repasa, es muy mala señal. Créeme que algo va mal.
Antes tenía cientos de minutos por delante y me los relamía jugando a la consola. Me sentía tranquilo mientras lo hacía. ahora, hace unos años ya, soy incapaz de perder el tiempo sin sentirme mal. Y a la vez, me doy cuenta de que este es el síntoma inequívoco de que me hago mayor en un mundo de locos. En una sociedad en donde expandirse espiritualmente no lleva a ningún lugar. En donde hacer lo que te place no tiene significado si nadie a tu alrededor entiende tu manera de crecer.
Es algo normal, no?
Es algo normal.
Qué me queda. No lo sé. Por las noches, parece mentira, pero río. Río escuchando a mis amigos. Qué alivio! Sigo vivo; ya casi me olvidaba.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment